martes, 16 de octubre de 2012

X.XII #1

Y después de que Marte se fuera,  de que las habitaciones se descongestionaran de la oscuridad pastosa y de que los inconfortables se quedaran enganchados en hojas ya pasadas del calendario, vuelve el calor de la noche. El no irme a dormir con la mente en mil lugares salvo en mi cuerpo, el no pasar el frío de una soledad que se me antojaba incluso abandono.
Era absurdo no reconocer Granada. Pero más absurdo fue cuando casi me sorprende que nos reencontráramos. Yo volvía a ser yo, y por consiguiente, ella volvió a ser ella. Y ahora soy otra vez esa loca que se sorprende riendo sola, sin más motivo que canalizar la alegría que se le agolpa en la garganta.
Me gustan las neveras compartidas, los "buenos días cacahuetes", el candor de la cordobesa, los delirios in college que se suceden mientras el pelo de BLANCA, pasa de ser AZUL a ser VERDE. Me gusta estar feliz de camino a casa, porque me espera un hogar y porque me esperan ellas. Me gusta que María esté aquí.
Es cierto que ni mil giros de manta, nórdico o plumón, abrigan mis noches como lo hace su cuerpo tatuado.-Él-. Que el despertar y el soñar, sin que su beso les preceda, caen precipitadamente en la vacuidad. Pero el equilibrio está haciendo su trabajo, y a los días no les queda otra que colmarse de luz. Ahora todo tiene más color. Y me lo merezco. Voy a saborearlo.