viernes, 28 de enero de 2011

Parte 17

(*Continuación de la parte 16, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-16.html )

"Buenos días Manhattan, es día 1 de Abril y estrenamos este nuevo mes con un sol escondido tras las nubes y unas aceras mojadas por la lluvia. Tengan cuidado de no resbalarse, pasen un magnífico día,y por mi parte, os dejo disfrutando al son del mítico Sweet child of mine..."

Como ya había anunciado la radio esa misma mañana, era día 1 de abril y tan solo nos separaban 22 días, 528 horas, 31.680 segundos de la gala donde se anunciaría el nuevo apadrinaje de News Corporation. Los mensajes con infinitas promesas de amor por parte de James, atestaban mi buzón de voz y el vertedero municipal debía estar repoblado por los numerosos ramos de flores que no dejaban de llegar a mi piso por cortesía de mi ex marido. Por eso, cuando la secretaria llamó a mi despacho anunciando que tenía visita y que el caballero que me esperaba llevaba una flor escondida en su chaqueta, creía que era otra maniobra de James con la que despistarme.
Lejos de estar en lo cierto, el hombre que entró por mi puerta era bastante más atractivo y algo más agradable.
- ¡Caray! ¿Adam Parker? –le estreché la mano.
- El mismo.
- Esto sí que no me lo esperaba. ¿Cómo…cómo me has localizado?
- Después de nuestro encuentro fortuito me dije a mi mismo que tenía que volver a verte…así que, bueno, es un poco vergonzoso…-bajó la cabeza- pero introduje tu nombre en un servidor de internet con la esperanza de encontrar algo sobre ti y…
- ¿Y…? – le insté a continuar esperando alguna mención de los artículos hablando sobre mi cornamenta.
- Y me sentí un estúpido por no haber reconocido a la mujer que me puso los pelos de punta en sus tantas publicaciones en Nowadays – contestó clavándome sus enormes iris verdes y con un ligero esbozo de sonrisa que me insinuaba su blanca y perfecta dentadura.
- Vaya… gracias.
- Me he tomado la libertad de traerte una orquídea.
- Gracias de nuevo pues…- sonreí.
A pesar de que Voice no tenía tiempo que perder pasé más de una hora –que luego debería recuperar- charlando con Adam. Resultó ser un arquitecto de Los Ángeles que apenas llevaba un mes en la ciudad. Su lugar de origen justificaba su bronceado y, su éxito, el Rolex que vestía en la muñeca derecha. Creía que yo era la única que llevaba el reloj en esa muñeca.
-Alison, me encantaría continuar la conversación en otro momento, pero ahora debo ir a una cita…
- Entiendo… – dije un poco contrariada mientras la acompañaba fuera de mi despacho.
- Oh…no, nono, no es esa clase de cita – sonrió – soy voluntario en un orfanato de Brooklyn y mi labor es entretener a esos niños un par de horas a la semana. Hoy vamos a enseñar a Charlie a jugar al baloncesto y no puedo hacerle esperar – esos dientes blancos asomaron otra vez.
Me quedé anonadada. De no sé porque en un día no le pudo haber dado tiempo a estudiarse mi vida, hubiera jurado que ese hombre sabía perfectamente lo que quería oír, ya que después de una conversación llena de rasgos en común, resultó que compartía mi debilidad por la ayuda humanitaria, aún si haber escuchado aparentemente, sobre mis sonadas donaciones a distintas asociaciones.

-No hagas esperar a Charlie entonces.
- Ha sido un placer verte de nuevo.
-Igualmente Adam, me alegro de haber estado en esta ocasión sentada en una silla y no tirada en el suelo- reímos ambos.
- Hasta otra Ali – únicamente James me llamaba así…- por cierto, te dejaron muy guapa en ese salón de belleza…

Aaron pasó por nuestro lado.
-Bueno, hasta otra Alison.
-Hasta otra Adam... Ah, hola Aaron.-le dije.
-Alison.-inclinó la cabeza y siguió su camino sin pararse.

Tuve que llamar a Carry, mi íntima amiga, y a François para cancelar nuestra cena de esa noche puesto que iba a tener que recuperar el tiempo perdido y trabajar hasta tarde. Fue entonces, cuando me obligaron a narrarles los últimos acontecimientos ocurridos en una llamada a 3, cuando me di cuenta de que mi vida cada vez se parecía más a la de una adolescente y de que los hombres, definitivamente, volvían a mí.
- Qué le vamos a hacer querida… -decía François- el amor es una enfermedad crónica de la que no hay forma alguna de desvincularse…
- Siempre te acaba encontrando… –apuntó Carry.
- Amén –puntualicé, y todos reímos.
Era tarde, apenas cuatro despachos mantenían las luces encendidas. Uno de ellos era el de Aaron. Lo observé a través de los cristales, parecía descentrado a la par que divertido. No paraba de hacer bolas de papel que más tarde encestaba, con un tiro limpio, en la papelera.
Preparé dos tazas de café y me acerqué a su despacho para ofrecerle una. Toqué a la puerta y tras recibir su permiso entré.
-¿Un día duro? – le pregunté mientras le tendía su taza de café.
-Eso creo… -contestó con un semblante más apagado que de costumbre- No sé, desde luego no tan divertido como tu número de esta mañana con Lily –sonreí- ni tan perfecto como el olor a tostadas y café del desayuno…
- “Cuando pienso que todo cuanto crece, dura en su perfección un breve instante, como de la mañana el sol radiante que, al avanzar la tarde se oscurece…”
-¿Shakespeare?
- El mismo.
Nuestras miradas llena de complicidad sostuvieron unos instantes de silencio.
- Vámonos ya a casa Aaron.
- ¿A la tuya o a la mía? – sonrió esta vez.
- Cada uno a la suya –le contesté devolviéndole la sonrisa.
Cuando llegué a casa, el evidente cansancio físico no era capaz de borrar la sonrisa que se asentó en mi cara. Cada vez se hacía más notable el gran cambio que mi vida había dado. Todo lo que tenía previsto para mi vida se desplomo, los esquemas se resquebrajaron, pero ya no me sentía desdichada. Todo lo que estaba sucediendo era nuevo para mí, o al menos, llevaba desde la universidad sin coquetear con hombres, sin dejarme besar por alguien que no estuviera unido a mí sentimentalmente, sin pensar en mi misma de forma individualista. Ahora definitivamente tenía cogido este barco por el timón y a veces, me sorprendía a mí misma soltando el mando y dejándome llevar por esta marea inestable que la vida resulta ser.
Estaba preparándome para dormir cuando alguien tocó el timbre.
- ¿Si?
- ¿Alison?
- Sí, soy yo.
- Alison, ¡Soy Sophie!
- Sophie… ¿mi pequeña aventurera?
- ¡La misma!
- ¿Pero qué haces ahí abajo enana? ¡Sube ahora mismo y entra en casa!
Sophie, era la hermana pequeña de una íntima amiga de la infancia, de esas que sientes como si llevaran tu propia sangre. Su hermana falleció cuando tan solo teníamos 16 años y desde entonces Sophie extrapoló sus admiraciones propias de la más pequeña de la casa y sus ojos con tendencia a idealizar hasta mí. Me convertí en su mentora, su hermana mayor y su firme defensora. La chica, que tenía antepasados franceses, decidió irse a estudiar a la capital del amor, Paris, y desde entonces, toda la relación que tuvimos fue a través de cartas y correos electrónicos. Cuando me despedí de la pequeña Sophie tenía tan solo 18 años y ahora venía reconvertida en una mujer de 26, con unos ojos marrones que albergaban todavía la sencillez y la ilusión de una niña con ansias de vivir amando todo lo que encontraba a su paso.
Nos pusimos al día muy por encima y dormimos abrazadas como casi 20 años atrás.

(Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com)

miércoles, 12 de enero de 2011

Parte 15

(*Continuación de la parte 15, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-14.html)

Todo el trayecto de vuelta a casa lo pasamos en silencio, tímidos ante los momentos tan cercanos que habíamos compartido hacía unas horas. A pesar de que fueron interrumpidos me sentía más mucho ligada a él que al comienzo de la noche, y ese hecho ruborizaba ligeramente mis mejillas. La noche fue una velada magnífica que nos permitió conocer a unos Aaron Brooks y Alison Cooper muy diferentes fuera del ambiente de trabajo, lo cual resultó ser una sorpresa agradable para ambos.
Estábamos doblando la esquina de Lexington Avenue cuando mis dedos empezaron a jugar, nerviosos, con el asa del bolso, y mi pie derecho, se escondía desconcertado tras el izquierdo. Aaron estacionó su Escalade frente a mi portal y sin parar el motor me miró y sonrió, quizás esperando una invitación que prolongara la noche un poco más.

- Gracias por una noche estupenda Aaron.
- Gracias a ti por haber sucumbido a los deseos de François y llevarme como tu acompañante - bromeó a sabiendas de que ya poco tenía que ver todo esto con François.
- Bueno... Supongo que nos vemos el lunes, así que pasa un buen fin de semana y aprovecha para descansar.

Aaron me sonreía divertido, supongo que notaba mis nervios y dudas pero prefería entretenerse observando cómo me desenvolvía ante la tensa situación.

- Buenas noches Aaron - me despedí con un beso en la mejilla y me di la vuelta sin mirar atrás y sin dejarle contestar.

Entré en el edificio y llamé al ascensor con la tentación de girarme y ver si su coche continuaba ahí aparcado, pero fría como el témpano me metí dentro del ascensor y solamente entonces me di la vuelta. No supe cómo reaccionar cuando Aaron entró corriendo en él y antes de que se cerraran las puertas y volviera a salir, me dio un impetuoso y dulce beso en los labios y entonces dijo "Buenas noches a ti también Alison". Tras esa frase, el ascensor comenzó a ascender e incluso llegó hasta mi planta sin que yo hubiera vuelto a parpadear.
Entré zombi a mi apartamento con la ligereza de una niña con 20 años menos que yo, que no se termina de creer los últimos acontecimientos de su vida. Una niña sin planes y con mucha vida, sintiéndome ingenua y un poco novata en estas tesituras.
Me puse el pijama aún caminando en la nube de la prudencia y me metí en la cama mirando con los ojos como platos al techo. Entonces me hice consciente de mi comportamiento y estallé en una carcajada que me acompañó hasta que el cansancio me venció.

El sábado amaneció tranquilo, y por la ventana se asomaba el sol resplandeciente que bañaba la ciudad. Ese fin de semana era todo lo que tenía para descansar, puesto que el lunes debía volver a estar a la altura de las circunstancias en las que Voice se encontraba. Así pues, me preparé un desayuno ligero, saqué de mi armario la ropa de hacer deporte y pasé gran parte de la mañana corriendo por Central Park. Antes de volver a casa compré algunas velas aromáticas, sales de baño y una botella de vino, pensaba abandonarme a los pequeños placeres, dejar que mi piel se arrugara durante horas, que mi paladar disfrutara de un sabor que adoraba e intentar que se fuera por el desagüe toda la tensión que acumulaba en los hombros. Antes de meterme en la bañera puse como música de fondo una copia de música que extraje del PEN-drive de Aaron.
Sumergida en una paz llena de olores, agua, espuma, vino y penumbra, escuché varias veces como el teléfono sonaba, enclaustrado aún dentro de mi bolso, pidiéndome a gritos que volviera a la realidad. Decidí hacer caso omiso, si eran asuntos de trabajo, ya me pondrían al día el lunes durante mi jornada y si alguien me buscaba, ya le atendería más tarde.
Cuando salí de la bañera el CD ya había dejado de sonar y las yemas de mis dedos aparentaban 30 años más. Siendo fiel a mi propósito de dedicar el día a mis cuidados decidí ir a un centro de belleza donde me arreglaron las uñas y le dieron algo de forma a mi melena.
Estaba empezando a anochecer cuando puse rumbo a mi apartamento y a la salida de una boca de metro un chico algo más bajo que yo, que ocultaba a malas penas su rostro con un gorro y un pañuelo, pegó un tirón de mi bolso y me empujó hasta dejarme tirada en el suelo. Como era de esperar el vándalo salió corriendo con su botín y yo me quedé en estado de shock tirada en el suelo.
Tuve suerte cuando un amable y apuesto caballero pasó por mi lado y me tendió su mano.
- ¿Se encuentra bien señorita? - me dijo mientras sus pupilas verdes expresaban una sincera preocupación.
- Si... Bueno no. ¿Me acaban de robar? - contesté aún sin dar crédito.
- Eso parece... ¿Puedo ayudarle en algo?
- No... no... Gracias.
- ¿Dónde vive usted señorita...? - dijo mientras buscaba un anillo en mi mano.
- Cooper. En Lexington Avenue.
- Está bien, le ofrecería llevarla a casa en mi coche y para mí sería un placer - notó la negativa en mi expresión - pero comprendo que después de lo que le acaba de suceder le puede resultar algo difícil confiar en un desconocido -está vez si que sonreí como signo de aprobación- así qué le parece si le pido un taxi y continúa usted su trayecto de un modo más seguro.

De buena gana le hubiera dicho "Pues me parece que eso lo puedo hacer yo misma, así que no se preocupe" pero a fin de cuentas ese hombre -el cual me atrevería a decir que era muy atractivo de no ser porque las circunstancias me hacían tener la mente en otras cuestiones- me había tendido una mano después de haber sido atracada.

- Pues me parece que es usted muy amable señor...
- Parker. Adam Parker.

Tras una fugaz, inesperada y diferente conversación con un desconocido, puse la pertinente denuncia a mi robo, y localicé a mi casero para que me diera una copia de la llave del apartamento. Sin cartera, sin móvil y con un bolso menos en mi armario, puse fin a un día que decidió torcerse y muy al contrario que la noche de la inauguración, esta vez, me fui a dormir con un mal sabor de boca.

Cuando el lunes llegué a la redacción apenas recordaba el beso de Aaron. Continuaba aturdida por los últimos acontecimientos y fue sólo al verlo a través del cristal y dar mi estómago un vuelco, cuando recordé dónde estaba y quién tenía su despacho tan cerca, entonces la niña de los 20 años menos que yo volvió a instalarse dentro de mí.
Aún con esa sensación infantil dentro de mi cuerpo, venía con una especial predisposición al mal humor que intenté disipar de camino al despacho de Aaron.
Toqué la puerta y su voz de fondo me indicó que pasara.
- Buenos días Aaron.
- Buenas noches a ti también Alison. ¡Vaya! Quería decir buenos días…debía tener la mente en algún otro lugar, o quizás en algún otro momento…

Bajé algo tímida la mirada y ambos reímos.
- ¿Acostumbras a decir la última palabra de ese modo en todas tus citas?
- ¡Ah! No sabía que lo del viernes fuera una cita, creía que me llevabas obligado por François...
Lily, como no podía ser de otro modo, irrumpió en el despacho con intención de marcar territorio.
- Hola Aaron. ¿Sabes qué? El fin de semana se me ha hecho eterno, no veía el momento de volver a la oficina.
Y rompiendo los esquemas de todos los que estábamos en aquella habitación –incluso los míos propios- respondí del mejor modo posible ante la situación:
- ¡Lily! Siempre es una alegría verte por aquí para nosotros también. Yo ya me marchaba así que os dejo hablando tranquilamente, solo una última cosa Aaron, por supuesto que fue una cita encantadora y en cuanto a la despedida…me encantó que me besaras.- le guiñé un ojo y cerré la puerta.
Me quedé apoyada en la pared de fuera divirtiéndome por mi alarde de pícara, la niña 20 años menor que yo había aflorado con muchas ganas de imponerse y ya estaban surtiendo sus efectos.

(Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com)

viernes, 7 de enero de 2011

Parte 13

(Continuación de la parte 12, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-12.html )

- Llevaba mucho tiempo esperando este momento Alison - me dijo Aaron con un tono entrecortado mientras se acercaban tímidos nuestros cuerpos.
Y entonces posó su mano izquierda lentamente en mi nuca, me llevó hacia él y nos fundimos en un largo y dulce beso. Cuando su mano derecha comenzaba a deslizarse por mi pierna el timbrazo del despertador me hizo dar un brinco de la cama. "Otra vez ese maldito sueño" me dije a mi misma.
La semana estaba transcurriendo lentamente . El trabajo se amontonaba y los días se hacían interminables. Cada mañana en el mismo instante en que posaba el pie en el suelo ponía rumbo al trabajo y así pasaban horas y horas hasta que invertía el trayecto, vuelta desde la oficina hasta a la cama.
Sólo quedaban dos números de Voice antes del esperado 23 de abril. Las publicaciones eran mensuales y si normalmente la última quincena de cada mes siempre cursaba con estrepitosa agilidad, desde que estuviéramos en el ojo de mira de News Corporation cada día era una carrera hacia la meta. Ese mismo lunes había salido el primero de los dos números definitivos y en las oficinas se podía palpar la tensión que causaba la expectación sobre los índices de venta. El mismo jueves tendríamos los resultados y hasta entonces el ambiente irradiaba un nerviosismo que se reflejaba con un silencio sepulcral. Nadie se atrevía a decir nada y todo el mundo tenía lo mismo en mente. Necesitabamos causar sensación con ese número.
Para que Voice cobrara más tirón decidimos intentar ampliar el público al que la revista iba destinado, rejuvenecer el estilo de escritura, innovar en temática, reestructurar el formato, crear nuevos diseños y darle una personalidad diferente a la portada. Todos estos cambios suponían un riesgo. La nueva Voice podía gustar más y adquirir nuevos lectores o ser una catástrofe y perder los que ya teníamos.
Cuando llegó el jueves Aaron y yo eramos los flanes que más temblaban de toda la bandeja que se hallaba en la sala de juntas. Los minutos que transcurrieron mientras Catherine recibía la noticia se nos antojaron lustros y cuando empezaron a salir fonemas por su boca, yo sólo pensaba en arrancarle las palabras para que soltara de una vez por todas el desenlace de la historia.
- Chicos, que lo que os voy a decir a continuación no cambie vuestra dinámica de trabajo. Digan lo que digan ahí fuera hemos trabajado de un modo ejemplar, con cariño y dedicación y pensando en todo momento en qué quiere nuestro público. Por y para ellos nos hemos entregado con tesón y hemos conseguido darle un giro brutal a esta revista y eso mismo es con lo que nos tenemos que quedar. - tomó aire y... - Monde ha incrementado en un 22% sus ventas este mes... - toda la sala tragó saliva - y nosotros, que íbamos ligeramente por debajo de ellos, tan solo las hemos incrementado un 15% - la decepción se hizo notable, Aaron y yo nos dedicamos una sonrisa de compasión cuando Catherine prosiguió - ¡¡Un 15% por encima de Monde!! Enhorabuena a todos, ¡hemos batido record de ventas!.
El estallido de aplausos se debió escuchar en toda Nueva York. Aaron y yo nos dimos un abrazo que la tal Lily interrumpió tan pronto como pudo. Catherine nos dio a todos el resto del día libre y para cuando llegué a mi despacho para recoger mis cosas tenía dos regalos aguardándome en mi mesa. Un ramo de flores y una pequeña cajita. Lo primero que abrí fue la caja y el brillo de una preciosa joya me deslumbró. Era una pulsera fascinante de Cartier con una nota adjunta que decía así:
Querida Alison:
Acepta este detalle como un agradecimiento anticipado por tu presencia y discurso de mañana. Espero que deslumbres como la estrella que eres. Gracias por estar en todo momento a mi lado.
François Lévon

"François..." y sonreí con cariño por el bonito gesto que una vez más tuvo conmigo. Di por hecho que las flores también corrían de su cuenta y me las lleve a casa sin leer la tarjeta que venía en ellas. Cuando el taxi estaba llegando a mi portal recordé que debía comprarme un vestido para la inauguración del día siguiente y pedí al taxista que cambiara el rumbo, aún con las flores, hacia una boutique que solía frecuentar para este tipo de eventos.
Escogí un vestido color tierra con un pronunciado escote, ceñido al cuerpo, prudentemente corto y con piedrecitas en las mangas. Mientras la dependienta lo empaquetaba y yo recogía del probador mis cosas, cayó al suelo la tarjeta que acompañaba a las flores y entonces decidí leer lo que François me hubiera puesto en ella. Por sorpresa para mí no fue François el mensajero que había detrás de ese ramo silvestre sino James. James Sandler. Sí, mi ex-marido. Decía así:
"Enhorabuena por tus éxitos. Voice empieza a darse cuenta de la joya que ha conseguido al mismo tiempo que yo reconozco al tesoro que perdí"
Nada en el mundo podría haberme resultado más inesperado que eso. Cuando recobré el sentido y logré situarme en el tiempo y el espacio las piernas empezaron a tambalearse. Emprendí una carrera de vuelta a casa en medio de la cual me encontré un pobre mendigo al que regalé mis flores. Tan pronto como le di la espalda ese hombre las tiró al suelo, pero no me importó, de no haberlo hecho él lo hubiera hecho yo misma.
Entré en mi apartamento dando un portazo y me sumergí en un baño de agua caliente para meditar. Conocía perfectamente a James, eran muchos años observando como ese hombre jugaba sus cartas y esto no podía ser más que una táctica para despistarme. Si. El eco de nuestro éxito había llegado a sus oídos y él, que no quiere perder la oportunidad de ser apadrinado por News Corporation, emprendió la estrategia más ruin del mundo: "despistar a Alison Cooper puesto que sobre sus hombros recae gran parte de la responsabilidad de Voice". Y la verdad qué mejor manera de despistarme que ésa.
Sin embargo, aunque he de reconocer que el improvisto me trastocó, supe sobreponerme e intenté olvidar el "altercado" y pasar página, así que abrí una botella de vino, me preparé algo de cenar y me senté frente a la televisión a disfrutar de un partido de baloncesto.

El viernes por la noche llegó sin más dilación. Me enfundé en mi vestido, me solté el pelo previamente perfumado - ya que siempre solía llevarlo recogido - y me calcé unos zapatos que eran tan altos como nervios tenía. Mi patológico sentido de la puntualidad hacía que tuviera estrechamente controlado el reloj, Aaron pasaría a buscarme a las 8 y a falta de un minuto para que llegara el momento, mi timbre sonó. Bajé hasta la puerta donde él me esperaba, procuré disimular la impresión que me había causado el verle tan favorecido con ese traje negro, sin embargo, podría haber descubierto tales pensamientos por mi expresión de no ser porque él debió quedarse tan sorprendido como yo.
- Wow, perdone señorita, ¿ha visto a usted a una tal Alison por ahí dentro? - reimos los dos.
- Me lo tomaré como un cumplido apuesto caballero.
Me abrió cortesmente la puerta de su ya reparado Escalde y pusimos rumbo al local de François.

(Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com )

jueves, 6 de enero de 2011

Parte 11

(*Continuación de la parte 10, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-10.html )

- Bueno, dispara chica que no tenemos toda la noche. Cuéntame todo de ese bomboncito llamado Aaron - decía François con la impaciencia propia de una dieseisañera.
- Ya estás sacando todo de contexto, desde luego François, tú y tu manía de buscarme un hombre. Ya te lo he dicho. Aaron es sólo... un chico amable y trabajador, con un perro malvado y un talento que beneficia mucho a Voice...
- ¿Amable y trabajador? Cariño lo siento pero hay que brindar por eso... Tú hablando en términos positivos de un hombre... ¡Quién te ha visto y quién te ve!
- No sé por qué dices eso, siempre he hablado bien de ti.
- Alison... ¡he dicho de un hombre! - y nos echamos a reir - ¡Camarero! ¡Camarero! Traiga una botella de Vega Sicilia.
- No me vas a conquistar con vino François, que ya nos conocemos...- y reímos como dos niños que se olvidan de todo lo malo y se quedan solamente con los bellos momentos.

La velada transcurrió de un modo jovial y placentero. François, que es un diseñador de interiores de amplia carrera e internacional fama, había sido el mejor de los amigos que pudiera encontrar desde que me mudara a Nueva York con 18 años. Por desgracia ser una mujer de éxito no es compatible con las buenas compañías, no cuando desconoces los patrones bajo los que funciona este mundo y eres una novata como algún día lo fui yo. El interés no tiene barreras y la envidia ciega a las personas hasta límites insospechados. Manhattan me convirtió en una mujer fuerte y luchadora pero la vida me había ofrecido algunos envites de los que de no ser por amigos como François apenas me hubiera podido rehacer a mí misma.
Después del restaurante nos dirigimos a mi apartamento, François quería ver los cambios que le había dado a mi nuevo hogar y gustosamente le invité a tomar una última copa de vino en casa.
Una vez hubo hecho la crítica correspondiente y me cambió de lugar algún que otro cuadro nos desplomamos en el sofá y pasó. Puso su cara de confidente.

- Suéltalo, qué tienes en esa mente retorcida y manipuladora - le dije con el tono de confianza que la amistad me otorgaba.
- El viernes que viene inauguro el local del que te hablé. Ya está todo a punto, es un perfecto escaparate de mi trabajo y van a venir personas de todos lados, periodistas de muchas revistas de diseño y gente del mundillo. Por supuesto cuento con tu compañía... y...
- ¡Dilo ya!
- Me preguntaba si... ¿querrías dar un pequeñito discurso en la presentación? No se me ocurre nadie mejor que tú.
- ¡François! Por supuesto. ¡Será un honor!. Ya me estaba asustando con esa carita de pensamiento maquinador.
- Pequeña hay algo más... - lo miré tensamente - ¡Quiero que vengas con Aaron!
- ¡¡¡¡François!!!!
- Lo siento guapita de cara pero es mi fiesta e invito a quien yo quiera y quiero que ese bombocito venga. Así que más te vale traerlo o iré yo mismo a esa revista tuya y lo invitaré personalmente.
- Está bien, está bien. Pero te aviso de antemano pequeña maruja, ni se te ocurra intentar nada, Aaron va a venir en calidad de compañero de trabajo y sólo porque tú te has empeñado.
- Vale Alison, como quieras - cedió mientras se ponía el abrigo y abría la puerta de casa - pero ni se te ocurra ir de monjita. Con ese cuerpo que te dio tu madre y lo poco que le da la luz... ¿No ibas a darle un giro a tu vida? Deslúmbrame el viernes. ¡Te quiero! - gritó mientras la puerta del ascensor se cerraba tras su paso.

Cogí el teléfono para llamar a Aaron, quería disculparme por haberme escabullido de ese modo precipitado cuando parecía que me estaba invitando a cenar. Además así podía comentarle de un modo frío e indirecto el plan de François, pero cuando miré el reloj ya era muy tarde y tuve que esperar hasta la mañana siguiente que lo viera en el trabajo.
Cuando llegué a la redacción aún faltaban 5 minutos para que fuera la hora oficial de comienzo de la jornada, Aaron aún no había llegado. Dejé el bolso, encendí el ordenador y abrí el primer cajón de mi mesita donde guardaba un bote de J'Adore y lo pulvericé sobre mi cuello. Empecé a ponerme nerviosa, sentía como si fuera a pedirle una cita a un chico en el instituto y me sorprendí a mi misma andando de un lado a otro. Aaron entró en el edificio y yo fingí ir a servirme un vaso de agua en el dispensador que había al lado de la puerta de su despacho.
- Hola Alison - me dijo cuando pasó frente a mí.
- Buenos días ¿qué tal est... - arrastré las palabras pues ya había entrado en su despacho cuando me giré del todo.

El resto del día fue más de lo mismo, Aaron estaba más evasivo que nunca y en mis encuentros con él, más causados que casuales, como mucho lograba un intercambio de miradas. Ya no entraba a mi despacho a bombardearme a preguntas en un tiempo record, ni me tocaba en el cristal cuando pasaba frente él para saludarme de un modo rápido y fugaz. Debía estar algo ofuscado por mi retirada huidiza del día anterior y yo no era capaz de hacer acopio de todo mi valor para dirigirme a él.
Decidí dejarme de niñerias y me planté en su despacho con una invitación al evento de François en mi mano. Me hizo esperar porque estaba al teléfono y cuando por fin colgó esa llamada que se me antojo eterna se dirigió a mí.
- ¿Querías algo Alison?.
- De hecho sí... Tengo una propuesta que puede que...
- ¡¡Aaron!! - irrumpió una de las nuevas becarias en el despacho, entró sin llamar a la puerta y se acercó hasta su mesa con aires insinuantes - anoche lo pasé de lujo contigo, quería decírtelo antes de irme porque...es mi tiempo libre para almorzar algo...así que si quieres...
Las miradas de reojo que Aaron me hacía mientras esa becaria le tiraba de la corbata no bastaron para frenarme. Le dejé la invitación encima de su mesa y me retiré apresuradamente. Cuando entré en mi despacho el enrojecimiento ya era evidente, se había esparcido por todo mi rostro. ¿Qué pretendía? ¿Acaso esperaba algo de él?
Llamé a Catherine por la línea telefónica interna y le dije que iba a continuar trabajando en la calle. Terminaría mi articulo hoy mismo pero había decidido oxigenarme un poco y cambiar de entorno, para ello escogí Central Park que me pillaba a un par de manzanas de mi apartamento. Lo que supuestamente solo iba a ocupar mi mañana, acabó extendiéndose en el reloj hasta más allá de la media tarde. Mientras la batería del ordenador durase estaba dispuesta a trabajar sin cesar, el ambiente era inspirador y el conseguir centrarme en algo distraía mi mente de la vergüenza que esa misma mañana había pasado.
Gracias a Dios no tenía que volver a Voice hasta el lunes siguiente, tenía todo el fin de semana para convencer a François de que ir sola a la inauguración no era tan mala idea.

( Continua en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/ )

miércoles, 5 de enero de 2011

Parte 9

( *Continuación de la parte 8, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-8.html )

Aaron aceptó mi propuesta antes de marcharse y una vez se hubo ido, me senté con cuidado en el alféizar de la ventana y sentí como si el tiempo se paralizara en el mismo instante que una inmensa calma invadía por completo todo mi ser.
Sabía perfectamente que Catherine me había prohibido pensar sobre el trabajo en mi día libre, pero estaba segura por el tono de voz que puso cuando le conté todo lo que me traía entre manos, de que el haberme saltado las reglas no le disgustaba en absoluto.

Decidí aprovechar el resto del día para construir un hogar y mandar todas esas cajas de cartón a freír espárragos de una vez por todas, así que pedí algo de comida china, puse en la minicadena una recopilación de música de los 60, y al ritmo de "The Letter" comencé a desempaquetar mi vida. Fui más eficiente de lo que en un principio imaginaba y me gustaba ver como cogía con firmeza las riendas de mi vida. Cuando terminé de ordenarlo todo coloqué un jarrón con los "pensamientos" - las flores que Aaron me llevó al hospital - en la mesa donde habíamos almorzado y muy a sabiendas de que no me iba a escuchar dije en voz alta "Gracias Aaron".
Debía reconocer que ese chico despistado podía suponer la salvación de la revista y, a pesar de que hacía menos de 24 horas el altercado que provocó era para mí una fuente inagotable que emanaba ira a raudales, en ese momento mi futuro laboral imperaba sobre todo lo demás y en ese campo, había que reconocer que Aaron Brooks fue una oportunidad caída del mismo cielo.

Al día siguiente me puse en marcha bien temprano. Llegué a Voice sobre las 8 y con un riguroso escrutinio revisé el contenido de aquel USB que copié en el disco duro de mi ordenador.
Hice una selección del material que más interesante le pudiera resultar a Catherine Harper y pinché en el botón de imprimir. No mucho más tarde vino su secretaria a avisarme de que la jefa me quería en su despacho.
No se necesitó demasiado tiempo para subir a bordo a Brooks, así que mucho antes de lo previsto nos hallábamos los dos fuera del despacho con la misión de guiarle hacia su nueva "casa".
- Enhorabuena Aaron, te dije que el puesto era tuyo.
- Gracias Alison, no solo me has dado una gran oportunidad sino que además me has hecho el camino más fácil.
- Curioso es el destino, que desde el primer momento has estado poniendo mi vida patas arriba y complicándomelo todo y sin embargo, ahora... estás aquí para hacerla de algún modo más fácil - y le clavé la mirada de un modo incisivo que finalmente se tornó a una mueca y acabamos riendo - Esto es serio Aaron - me sinceré - Sólo... no me decepciones. He confiado en ti ciegamente de un modo, quizás, precipitado. No es algo que acostumbre a hacer, pero si puedes repetir algo tan bueno como lo que he leído... no me desilusionarás.
- No pienso hacerlo - afirmó con una rotunda seguridad.
- Más te vale...Este es tu despacho.
- Mi...¿despacho? ¡Vaya! No me esperaba en absoluto tener un despacho para mí.
- En Voice nos gusta cuidarnos unos a otros. Mi despacho está justo enfrente, te aconsejo que te aprendas el camino, vamos a tener que trabajar en equipo. Yo voy a seguir con lo mio, que tengas un buen día.
Y me dí la vuelta rumbo al lado opuesto del pasillo. Cuando Aaron me llamó.
- Alison, ¡espera!.
- ¿Si?
- ¿Qué es lo que más impresión te ha causado de todo lo que leíste en ese pen-drive?
- Supongo que me impactó el ímpetu con el que defiendes la indecorosa pomposidad del amor. No hay muchos hombres que aborden ese tema. No de esa manera. Pero basta ya Aaron, demasiados halagos para tan solo dos días, no me gustaría que te acostumbraras a esta adulación continua. A partir de ahora tendré que ser más dura contigo - bromeé mientras retomaba mi camino.

El resto del día lo pasé enclaustrada en mi despacho recuperando el tiempo perdido. Dejé las persianas de las cristaleras que dan al pasillo y a las oficinas abiertas para no sentirme del todo incomunicada. Sólo salí de mi despacho para ir al servicio o estirar las piernas. Para mi dosis de cafeína tenía una bonita cafetera personal con la que me obsequió Catherine - conocedora de mi vicio al café - cuando me incorporé a la revista. Siempre tiene buenos detalles con los grandes fichajes. Me pregunto que le regalará a Aaron.

Cuando me fui de la revista era tarde y ya había oscurecido. Tan sólo unos cuantos editores y periodistas seguían rondando por el edificio. La luz del despacho de Aaron estaba todavía encendida pero le hice caso omiso. Estaba demasiado cansada. Así pues, me despedí de la secretaria que discutía por teléfono sin tapujos sobre temas de su vida personal y llamé al ascensor mientras rebuscaba mi móvil en el bolso.

(Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com)

lunes, 3 de enero de 2011

Parte 7

(Continuación de la parte 6, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-6.html )

- Dime Aaron, ¿tienes algo que hacer el resto de la mañana?- le pregunté mientras se acomodaba en mi salón.
- Después del almuerzo tengo que recoger a Shawn del veterinario, eso es todo, ¿por qué lo preguntas?
- Verás... quizás he leído más de lo que debiera de ese USB...de hecho, vale, lo reconozco, lo he leído todo. Pero me gustaría hablar contigo sobre un par de cosas. Son importantes así que creo que deberíamos tomarnos para ello el tiempo que merecen. Es por ello que te propongo lo siguiente...
- Soy todo oídos - contestó con una sonrisa cargada de una disposición bastante entusiasta.
- ¿Has desayunado? -le pregunté.
- Solo un café hace ya algunas horas.
- Está bien. Pues yo voy a necesitar otro, ¿quieres hacerme de cocinero Brooks? - le propuse con un sobreactuado parpadeo con misión conquistadora - Necesito darme una ducha antes de empezar con este asunto, y no creo que pueda espabilarme del todo sin un café y algo que echarle al estómago. Ayer me quedé dormida nada más llegar y... bueno, como puedes comprobar no he tenido tiempo de hacer mucho desde entonces... la intriga que despertó en mí ese USB paralizó por completo todo pensamiento de accionarme. Termino en seguida. Ahí tienes la cocina, sírvete tú mismo... Actúa como si fuera tu casa...al fin y al cabo... lo fue ¿no? - y mi voz, ya lejana al salón, se acalló tras entornar la puerta de mi habitación y meterme en mi baño.

Había ido alejándome poco a poco del hall y hablando atropelladamente como si de ese modo Aaron no tuviera más remedio que aceptar mi oferta, o al menos, no tuviera opción de reclinarla. Encendí el grifo de la ducha y me sumergí en ella, alargando el momento todo lo que pude, relegándome al confort del agua caliente resbalando por mis sienes y por mi cuerpo, y al el olor a frutas del champú.

Esa mañana me levanté temprano con una llamada de mi jefa. Se había enterado del percance del día anterior y me dio de nuevo el día libre bajo la amenaza de que más me valía reposar y no pensar en los asuntos de la redacción. Me quité los tacones con los que incluso había dormido y mientras hacía la cama encontré el USB enrollado entre mis sábanas. Sin saber de dónde había salido lo metí en el ordenador guiada por una mezcla de intriga y desconcierto, y entonces lo vi. Era de Aaron, "se debió caer del bolsillo de la chaqueta" pensé de un modo inequívoco. No pude evitarlo, leí todo lo que había, ensayos, críticas...y escuché un par de selecciones de música que tenía guardadas. Mientras estaba inmersa hasta las cejas en uno de sus ensayos él tocó la puerta y, honestamente... este Channel no me gustaba tanto como para que me hubiera tenido que ver otra vez de esa guisa.

Salí de la ducha, me desenredé el pelo y me puse un conjunto de Victoria Secret el cual formaba parte también del nuevo fondo de armario que anunciaba mi nueva vida. Entré a mi habitación, que comunica con el baño, tarareando Hotel California y olvidándome por completo de que había dejado la puerta entornada, a través de la cual, por cierto, entraba el exquisito olor de un brunch improvisado. Me puse unos vaqueros y una bonita a la par que cómoda camiseta, un look que distaba mucho de la vestimenta del día anterior, y más adecuado para la jornada de trabajo que me esperaba.
Ingenua de mí, creía que aprovecharía la mañana para desembalar cajas y empezar a construir un hogar, pero ya me empezaba a hacer a la idea de que mientras Aaron rondara cerca, más me valía estar lista para las improvisaciones.

En el salón me esperaba un sorprendente despliegue de alimentos dispuestos en la mesita que había frente al sofá. Me senté con Aaron y empezamos a degustar ese desfile de platos, con el que indudablemente me dejó atónita. Le agradecí que hubiera preparado todo eso y admiré su habilidad para crear tal manjar con una despensa aún bastante vacía. El aceptó mis halagos y sin más dilación empezamos a comer.
Decidí dejar los temas importantes para más tarde, cuando tuvieramos las bocas vacías y las manos algo más limpias, sin embargo, no pude evitar abordarle a preguntas y dar rienda suelta a mis curiosidades.
Hablamos sobre gustos musicales y resultó que Aaron se ajustaba bastante a la descripción que me había dado mi vecina de "músico extravagante". El contaba con la habilidad de tocar el saxo y el piano, pero yo, a pesar de no ser virtuosa con los instrumentos, cuento con una sensibilidad muy especial para sentir la música de la que él se percató. Resultó que las canciones de su pen-drive que yo pensé que eran de Ludovico Einaudi, en realidad eran grabaciones de él mismo tocando, y los solos de saxo que yo creía extraídos de alguna pieza de jazz, efectivamente, eran suyos también. Procuré ocultar la impresión que tal noticia me había causado, ya le había regalado los oídos instantes antes con sus dotes culinarias y lejos de dar mi frío brazo a torcer, mantuve la compostura como pude, aunque no por ello dejé de felicitarle por su destreza en lo musical. Finalmente, al mismo tiempo que bebimos el último sorbo de café, cerramos el tema de la música y redirigí la conversación.

- Verás Aaron. Tengo que empezar explicándote algo para que entiendas porqué te he dicho que tenía temas importantes de los que hablar. ¿Has oído hablar de News Corporation?
- Por supuesto Alison, recuerda que a fin de cuentas trabajamos en el mismo mundo.
- Cierto Aaron, sólo quería asegurarme. En fin, News Corporation anda buscando una nueva revista importante que añadir a su imperio. Un contrato así podría suponer mejoras que no alcanzarías a imaginar ahora mismo para Voice, que como bien sabrás es la revista para la que trabajo actualmente. Es una oportunidad que no podemos permitirnos perder puesto que últimamente el índice de ventas está decreciendo y esto nos supone un enorme problema. Monde es nuestra competencia, no es la única que tenemos pero bien es cierto que las demás no suponen ninguna amenaza. James está lamiéndole el culo a unos cuantos jefazos y ese juego sucio no nos beneficia en absoluto. Como te he dicho hace un momento, nuestro índice de ventas esta disminuyendo. Nuestros lectores quieren algo nuevo, están cansados de la dinámica de Voice y necesitan un soplo de aire fresco. Por ello me contraron, mi curriculum y mi estilo les auguraba novedades, pero no es suficiente. Yo sola no puedo redirigir el rumbo de toda una revista con décadas de experiencia a sus espaldas. Aquí es dónde tú entras Aaron. Empiezo a pensar que las casualidades no existen. No todos los días un perro irrumpe en un cóctel y se abalanza sobre mí ¿sabes?, y no sé Brooks...¿sueles dejarte USB's de contenido tan valioso en los bolsillos de todas las chaquetas?. - cambió su rostro atentó por una graciosa mueca - Verás Aaron. Ya me he confesado pecadora y te he dicho que he leído tus ensayos y tus críticas. Es un material muy bueno, ¿lo sabes?. El ensayo en el que haces una crítica social a la insensibilidad que promulgamos ante el amor, el afecto, las muestras de cariño, la facilidad con la que aceptamos la oligarquía de lo insensible... es extraordinario. Has hecho un trabajo espléndido Aaron y creo que puedes ayudar mucho en mi revista. No te haría esta propuesta sino fuera porque sé que tendrán muy en cuenta mi criterio... pero... ¿te gustaría incorporarte a Voice?- tomó aire para responderme - Espera, espera, antes de que contestes...Todavía tendrías que hacer una entrevista con mi superior, pero si vas de mi parte el trabajo es tuyo Aaron. Piénsalo... sé que antes no has trabajado como redactor oficial, pero es una oportunidad en la que tanto Voice como tú salís ganando...Sabes que lo último que quiero es poner mi salud en riesgo teniéndote cerca - me burlé de él - por lo tanto sabrás que esto es importante, ¿qué me dices?

(Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/)

domingo, 2 de enero de 2011

Parte 5

(Continuación de la parte 4, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-4.html)

El hombre histérico colgó el teléfono tras una conversación que no me dejó indiferente. Pero el dolor de cabeza me estaba matando y esos alaridos solo lo incrementaban.
- Eh... hola, me llamo Aaron...
- Mire Señor...
- Brooks.
- Brooks. No sé quién es usted ni que hace en mi habitación gritando como un cosaco. De hecho, si he de serle sincera, no sé ni cómo he llegado yo misma aquí, pero dígame usted...ehh...Aaron. ¿No le enseñaron sus padres a no dar voces en un hospital mientras un paciente está descansando?
- Vaya Alison...
- Señorita Cooper si no le importa...

El chico tragó saliva y después continuó.
- Señorita Cooper había oído que es usted una mujer de carácter pero no me imaginaba semejante lucidez en una convaleciente.
- No se crea usted todo lo que oye. Ya ve que a veces la información llega incompleta.

Entre ese desconocido y yo se generó un ambiente tan rígido que opté por desviar la mirada en silencio en busca de un vaso de agua para paliar la sequedad de mi garganta. Entonces vi en mi mesita las flores...
- Pensamientos... -murmuré.
- ¿Decía algo Alis... Señorita Cooper?.
- Entonces... ¿Quién dices que eres?
- Verás... ahora viene la parte difícil...digamos que...
- Al grano Brooks.
- ¡Caray Alison! ¡Dame un respiro!
- ¡Señorita Cooper!
- Como usted quiera... digamos que soy el dueño del perro que saltó sobre si. Y me gustaría decirle que me siento terriblemente avergonzado por el incidente y quería disculparme. Si hay algo que pudiera hacer por usted...
- No debería tener perro si no es capaz de controlarlo.

Debí ser una zorra inquisitiva porque en ese momento comenzó un incómodo silencio cuya duración se me antojó eterna. Justo cuando el ambiente podía cortarse con el filo de una hoja irrumpió una enfermera en la habitación.
- ¡Oh Señora Sandler! - sí, eso dolió.- Ya se ha despertado, ¿cómo se encuentra usted?.
- Señorita Cooper por favor... Y se puede decir que he tenido despertares mejores -contesté clavando la mirada en los ojos del tal Aaron Brooks.
- De acuerdo. Le dolerá la cabeza durante unos días, así que le aconsejo que haga reposo. La buena noticia es que no ha sufrido usted ningún daño, así que en seguida le traigo el informe de alta y unas pastillas para el dolor. Puede usted ir preparándose o llamar a alguien si desea que vengan a recogerla.
- ¡Oh! ¡Yo la llevaré! - sugirió Aaron.
- ¡No! Eso sí que no. Señor Brooks, le agradezco enormemente el detalle, las flores me han encantado y acepto sus disculpas, pero creo que será mejor para ambos, por el bien de nuestra suerte, que nuestros caminos se separen aquí y ahora.
- Verás, le ruego que me deje que la lleve a casa. No puedo hacer menos después de tal incidente y no tengo prisa...como ha podido escuchar, ya no tengo que ir al trabajo...
- Ah si... Toda esa conversación...dígame. ¿Trabajaba usted para James...es decir, James Sandler?
- Así es, trabajaba, pero después de mi discurso y de la dimisión, dudo que deba volver por allí.
- Esta bien Aaron. Si le has dicho todo eso a James, ¡qué diablos!, llévame a casa.
- Me alegro señorita Cooper.
- Puedes llamarme Alison - cedí.
- Pues en marcha Alison.

Tras la sonrisa de complicidad, la enfermera, que en medio de nuestra conversación hizo mutis por el foro, me trajo todo lo que necesitaba. Me vestí con mi Channel. Había olvidado la probabilidad inminente de que esa enorme mancha de vino formara parte de su estampado, así que Aaron, aún guiado por su sentimiento de culpabilidad, me prestó su chaqueta -un tanto mordisqueada- y nos subimos en un estropeado coche rumbo a mi apartamento.
El camino aunque tenso, fue entretenido. Sinceramente, creo que fue el broche perfecto para un día de contagioso surrealismo. Finalmente llegamos a nuestro destino.
-Aquí es Aaron. El número 34. Gracias por traerme y descuida, puedo subir sola. ¡Ah! Antes de que se me olvide... si me das tu tarjeta podré mandarte la chaqueta a tu dirección...
- Alison... tú...¿vives aquí?- me interrumpió.
- Así es. Me mudé hace unos días. ¿Ocurre algo?.
- No nada... La chaqueta... puedes tirarla, o quedartela... después de los "pespuntes" que le ha dado Shawn, no creo que vuelva a ponérmela.
- De acuerdo. Gracias entonces por traerme Aaron.
- No podía hacer menos después de dejar que mi perro atentara contra tu salud.
- Muy gracioso... Me voy a casa antes de descomponerme de la risa.
- Que tengas un buen día Alison.

Le di la espalda. Entré en casa, me tomé una de esas pastillas que me habían dado y me dejé caer en la cama rendida, sin ni siquiera quitarme los tacones, y desde luego, sin ser aún consciente de todo lo que había ocurrido.

(*Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/ )

sábado, 1 de enero de 2011

Parte 3

(Continuación de la parte 2, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2010/12/parte-2.html)

Después del estrépito que mi despertador causó al sonar no tuve más remedio que ponerme en pie. La habitación estaba totalmente vacía y en el salón me aguardaba, impaciente por ser abierta, una cordillera de cajas con 34 años de recuerdos embalados. Me había mudado a un modesto apartamento en un tranquilo barrio de la ciudad porque no quise continuar en aquella casa enorme. No soportaba los susurros de las paredes y el hedor del destrozo que James causó en mi vida.
Mientras la cafetera silbaba me duché y me embutí en un bonito Channel que me regalé a mi misma para inaugurar del mejor modo posible el comienzo de una nueva etapa. Sujetando la tostada con los dientes, con una taza de café humeante en mi mano y los tacones aún desabrochados abrí la puerta disponiéndome a llamar al ascensor, cuando lo vi. El periódico tirado en mi felpudo me daba los buenos días con una portada de escándalo...como titular le acompañaba un desgarrador "Alison Cooper, de la realeza al populacho". No pude evitarlo. Tiré el periódico por el hueco de la escalera y sus hojas volaron independientemente, espero, que hasta el extravío.
En esta maldita ciudad a veces resulta imposible coger un taxi, pero al parecer, Dios decidió compensar la jugarreta del periódico y conseguí meterme en uno de esos Ford amarillos y llegar a tiempo a mi destino.
Jeffrey Goldberg ofrecía una conferencia en el hotel Greenwich, había estado meses esperando a que viniera a la ciudad, y mi nueva jefa me concedió un día libre en mi reciente puesto de redactora para que pudiera asistir. Así pues, la nueva Alison Cooper rehacía su vida con una naturalidad que ni yo misma me acabo de creer.
Me senté por delante, con los ojos bien abiertos y los oídos deseosos de empaparse de todo lo que aquel hombre dijera, y durante las dos siguientes horas, estuve absorta en ese baile de palabras.
Después del estallido de aplausos decidí quedarme en el apertivo que ofrecían en uno de los salones y así charlar con algunos viejos amigos. Daba gusto estar con personas precavidas en la elección de sus palabras, que conocían mi apellido de soltera y no se dirigían a mí con un malsonante "Señora Sandler".
La mañana discurrió sin mayores sobresaltos, hasta que un enorme golden retriever entró precipitadamente en la sala y se abalanzó sobre mí, haciendo caer mi copa de vino y una bandeja de canapés sobre el Channel que había ceñido a mi cuerpo por primera vez hacía unas horas.
¿Existía acaso alguna manera de ser más humillada en un período de tiempo tan corto?. Como si no supiera que la mayoría de esa gente me había estado mirando con el rabillo del ojo a cada instante, estudiando las expresiones de mi cara y esperando encontrar algún símbolo que les ratificara mi vergüenza y desconsuelo.
Para colmo de males ahí estaba yo, desmayada porque un perro sarnoso había hecho que me golpeara la cabeza contra el suelo.
Lo último que recuerdo: levantarme en la habitación de algún hospital con un desconocido hablando histéricamente por teléfono.
"Alison, que habilidad la tuya para abrir etapas" me dije a mí misma.

(Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com )