lunes, 28 de febrero de 2011

Parte 23

Continuación de la parte 22, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/02/parte-22.html

-¿Dónde está? –preguntó Aaron dirigiéndose a Sophie y Vince.
-Aquí –contesté con una voz tenue.

Hice acopio de mis escasas fuerzas y procuré disculparme con Aaron. Sin saber muy bien por dónde empezar, me limité a dejar salir las palabras e intentar así arrancar parte de la culpa que sentía. Apenas hube empezado cuando Aaron me hundió en su pecho envolviéndome dulcemente entre sus brazos. Insistió en acompañarme a casa y asegurarse de que me metía en la cama sana y salva. Sophie dejó de explicarle las razones por las cuales eso era innecesario -pues ella venía a casa conmigo-, en cuanto comprobó que Aaron no estaba dispuesto a discutir sobre sus intenciones.
A la mañana siguiente, el impacto seguía presente, la incredulidad latente y la exhaustación palpitando en el aire. Aun así, no había tiempo que perder, no podía permitirme un día libre, por el contrario, necesitaba evolucionar en mi trabajo de un modo más notable del que acostumbraba dado que los últimos altercados habían complicado la situación en la que Voice se hallaba.

Llegué a la oficina intentando aparentar que la noche anterior no existió. De camino me paré a comprar algo de café y aproveché para llevarle también a mi secretaria y a Aaron. Cuando toqué en el despacho de éste último, él no estaba, así que entré y le dejé el vaso encima de su mesa con una nota que decía “Un chute de cafeína siempre ayuda a encarar los días de duro trabajo. Necesitamos hablar.”

La segunda parada fue en la mesa de mi secretaria. Los ojos de Helen albergaban todas las preguntas que contenía en su interior y que, en un intento de ser precavida, no quería realizar. De no haber sido así, seguramente una retahíla de preguntas habría explotado en el ambiente saliendo todas ellas de modo atropellado. Motivos no le faltaban.

-Esto es para ti Helen – le tendí con cariño su café.

Me miró sorprendida y entonces me dijo:
- ¿Cómo sabía que mi favorito es el café Vienés?
- Tu trabajo es soportarme y hacer lo que yo te pido, dicho a grosso modo. A mí también me gusta atenderte a ti, o al menos saber lo que te gusta.

Nada más entrar a mi despacho, recordé que tenía que ponerme contacto con Catherine para darle una solución al tema de las impresoras, así que llamé por la línea interna a Helen pidiéndole que me consiguiera una reunión con mi jefa. Tan pronto como colgué, tras un leve golpe en la puerta con los nudillos, mi secretaria entró algo tímida en el despacho.

- ¡Helen! Dime, ¿en qué puedo ayudarte?
- Señorita Cooper…
-Sabes que puedes llamarme Alison.
-Señorita Alison, - me resigné - no quisiera que me tomaras por cotilla ni indiscreta. Pero me consta después de escuchar tu mensaje que no estás al tanto de los últimos acontecimientos.
- ¿Más acontecimientos? No sé si podré soportarlo…
- Se dice que el Señorito Brooks le dio un susto ayer a James Sandler, y que además ha conseguido unas pruebas sobre algo de unos despidos improcedentes en Monde, ha logrado que se publique la noticia y ahora les está devorando la prensa. En cuanto a la impresión. Ya tenemos la mayoría de los números en nuestra sede. El señorito Brooks consiguió también que unas impresoras se pusieran a nuestra disposición sin decir ni mú. Así que cumpliremos el horario que Voice tiene, y mañana martes se lanzará el siguiente número. No faltará en ningún comercio.

No supe que decir. Mi cara de estupefacción debió servirle como respuesta a Helen porque ella tampoco me instó a contestar. Lejos de alimentarse de mi reacción para la dosis de “radio patio” que había entre secretarias, continuó ayudándome a poner todo al día.

-Señorita Alison, por Dios. No vaya usted a olvidarse de que este viernes es día 23.
- La gala…
-¡Exacto! La gala. ¿Tendrá usted vestido ya, no?
- Oh Helen…no he tenido tiempo de ocuparme de eso, pero descuida. Estaré lista a tiempo.
- El señorito Lévon, François Lévon, me dejó un mensaje para usted a primera hora de la mañana. Me dijo que usted…
-Tutéame Helen…
- Que tú, señorita Alison, te encontrarías indispuesta para organizarte y que no podía permitir que fuera hecha una cualquiera a esa gala. Así que se ha tomado la libertad de contratar a un peluquero y maquillador para que vaya a tu apartamento el mismo viernes y te atienda personalmente. Además… no quiero ser indiscreta ni cruzar mis limites pero… tenía esta revista de moda en mi mesa…y marqué algunos vestidos de esta temporada que me encantaría tener pero no puedo permitirme. Estoy segura de que alguno te gustará para el evento…

Me puse en pie y besé en la mejilla a Helen. Le agradecí de corazón todo el esfuerzo que estaba poniendo y me quedé con la revista para echarle un vistazo.

Estaba todo listo. El resto de la mañana transcurrió, gracias a Dios, sin mayores sobresaltos. Podía haberme ido a casa y descansar, pero las novedades se sucedían una tras de otra y preferí quedarme ahí donde todo ocurría. Empecé así a organizar el trabajo para la siguiente publicación de la revista cuando Sophie me llamó.

- Alison no te lo vas a creer…
- Es posible que sí que lo haga sea lo que sea…me empiezo a acostumbrar a las sorpresas…
- Esta vez es buena…pero dime primero… ¿Cómo estás? ¿Has visto a Aaron?
- Pues la verdad es que no… he ido a dejarle un café en su despacho y supongo que cuando lo vea me avisará… Por cierto Sophie… no sabes todo lo que ha hecho Aaron para…
- Si, si lo sé. Vince me lo ha contado todo. ¿Es increíble verdad?
- Lo es… Por cierto tú y yo no hemos tenido tiempo de hablar del tema, pero te debo una disculpa. Ya sabías que todo esto iba a ocurrir. Quiero decir, sabías que Ad… Kevin, no era de fiar… no te hice caso.
- Alison no seas tonta. Yo habría hecho lo mismo en tu lugar… No te culpes más, no has hecho nada que otra persona no hiciera.
- Gracias Soph…
- Caaaambiando de tema – dijo con tono divertido.
- ¡Dispara!- le insté divertida e intrigada.
- Señorita Cooper… a partir de mañana podrá usted estirarse tanto como quiera en su amplia cama. Lo he encontrado. ¡Lo he encontrado!
- ¡Tienes piso! No puedo creerlo. ¿Cómo es que un piso ha llegado a ser lo suficientemente bueno para ti?-me burlé.
- Pues… siendo un ático, muy amplio, con espacio para mis trabajos, muebles blancos, cocina enorme, una cama para mi sola…
- Caray, esto promete.
- ¡Sí!
- ¿Y cuando me vas a presentar a ese ático que te ha robado el corazón?
- Me gustaría hacer una inauguración el miércoles. Sé que con eso de la gala y con todo lo ocurrido es un momento algo delicado, pero nos vendrá bien a todos para despejarnos y volver a la normalidad. ¿No crees?
- Creo que es una idea genial. Allí estaré contigo.
- Gracias antigua compañera de piso –bromeó.

El café de la mesa de Aaron debió de helarse porque no apareció hasta media mañana. No pude esperar para comprobar si vendría a mi despacho así que yo misma fui en su búsqueda. Estaba atendiendo una llamada de teléfono así que esperé de pie en medio de la habitación mirando a la foto de su mesita. Entonces, de repente, supe cuál sería mi regalo de inauguración para Sophie.
Temía el momento en el que Aaron colgara el teléfono. Cómo empezar a hablar. Qué decirle. Por dónde empezar… Ese momento llegó y no me quedó otra que empezar por donde debía.

- Lo que has hecho es impresionante Aaron. No sé cómo agradecértelo. De hecho, empiezan a acumulárseme todos los motivos por los que tengo que compensarte…
- Bueno…por lo que veo has empezado trayéndome un café… no está mal.
- Está frío. Lleva ya unas cuantas horas sobre tu mesa.
- Lo siento esta vez yo. Tenía unos asuntos que tratar antes de venir.

Parecía frío y distante. Quizás dolido. Tenía motivos.

- Aaron. No me voy a compadecer de mi misma ni te voy a pedir que comprendas porqué me fui al Empire State con un hombre que había visto contadas ocasiones. Ni siquiera yo sé porque incliné mi balanza en ese instante hacia él…
- Alison esto no se trataba de un juego en el que debías de escoger entre dos amantes. Ni soy eso para ti, ni quiero serlo.
Se hizo un silencio y…
- A mí tampoco me gustaría que fueras mi amante… Ese no es el papel que quiero para ti en mi vida.

Interrumpieron la conversación para traer el correo, y tan pronto hubo salido el corresponsal del despacho retomé la conversación.

-En ningún momento pensé que todo esto llegaría tan lejos. Que perjudicaría a la revista, que se burlarían de mí… que James en algún absurdo momento, decidiría que no se había cebado todavía lo suficiente conmigo, y quisiera seguir complicándome la vida. La mayoría de las veces que me he dejado llevar por los sentimientos en temas del amor, me han dado de palos por todos lados, por eso de un tiempo a esta parte he sido cuadriculada, distante y cabezona. Durante meses me he privado de sentir, y he estado totalmente sola. Mi luto terminó y quería retomar mi vida en todos los aspectos, pasión y romanticismo incluidos. Pero no es fácil. No era fácil dejar de ser una desconfiada y deshacer mi coraza, por eso decidí cegar a mi razón y otorgarle todo el poder a mis impulsos.
- A fin de cuentas ese Kevin se llevó la mejor parte… con él fuiste capaz de hacerlo. Con otras personas no derrumbaste las barreras de un modo tan inmediato…
- Tienes razón – agaché la cabeza y di la conversación por terminada, no creí tener fuerzas suficientes en esa ocasión para enfrentarme a Aaron – Mejor me voy. Nos vemos en otro momento.
- No, no. Alison espera…
- Da igual Aaron. No te molestes. Reconozco que la culpa fue mía. Tú ya has hecho suficiente encargándote de enmendar todos mis errores frente a Voice. Que tengas un buen día.

Busqué en internet algún lugar en el que encontrar el regalo de Sophie. Eché las cortinas para que nadie me molestara y hojeé los vestidos que Helen había marcado. Uno de ellos debió de ser su favorito porque estaba lleno de señales con colorines que lo hacían destacar sobre los otros. Llamé a Versace y pedí que me lo enviaran a la oficina esa misma mañana.
Organicé todo el papeleo que tenía amontonado en la mesa y tomé otro café mientras esperaba que llegaran con mi pedido. Helen tocó la puerta inquieta y feliz, le di permiso y entró con el paquete en las manos.

-Señorita Alison, ha llegado esto para ti ¿Es lo que yo creo? ¿Lo es,verdad? ¿Puedo verlo? ¿Es el que yo marqué, si?
- Helen, Helen, Helen… -intenté cortarla mientras ella seguía parafraseándose a sí misma - ¡Helen!
- Perdón, soy una charlatana… ábralo –sonrió nerviosa.
- No Helen, no me corresponde abrirlo a mí. Este vestido es un regalo para ti. Así que te pertenece.
-¿Cómo es eso? ¡Está usted loca!...Digo, ¡Estás tú loca!...Quiero decir…
-No estoy loca, y relájate. Tengo que empezar a demostrar mi gratitud hacia todos aquellos que me hacéis la vida más fácil. Esto es solo un modo de darte las gracias por tu forma de acogerme desde que llegué a la revista. Ahora vete a casa y lúcelo. Aquí no hay nada más que hacer por hoy.

Helen me abrazó hasta que necesité recuperar mi respiración y le pedí que me soltara. De camino a casa llamé y pedí que me mandaran un vestido a casa, esta vez sí que era el mío.
Un poco de vino, algo de Jazz de fondo y una bañera rebosante de agua fue toda la medicación que me receté a mí misma para el resto de la tarde.

Aún envuelta en la toalla y con el pelo desenredado cayendo por la espalda, retomé en mi ordenador la búsqueda del regalo de Sophie. Me estaba costando más de lo que pensaba encontrarlo así que decidí llamar a Aaron y pedirle ayuda.

- Hola Aaron. Necesito tu ayuda… Una vez más…

Continuará en… http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/

martes, 22 de febrero de 2011

Parte 21

(Continuación de la parte 20, mitad 2, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/02/parte-20-mitad-2.html )

¿Os acordáis de ese sentimiento de niña del que os hablé en alguna otra ocasión?
Pues una vez más volvía a visitarme, empezaba a sentirme como una adolescente indecisa entre dos chicos, que hace malabares con uno y otro para evitarlos, cuando realmente lo que desea es llamar su atención. Un sentimiento digno de ser contado en el patio del instituto durante algún recreo.

Parecía que todas las intervenciones masculinas en mi vida me descolocaban por completo, desbancando casi en su totalidad a esa persona con las riendas bien cogidas que me consideraba.

Obviamente no tuve valor para rechazar una cita en la cumbre del Empire State, uno de los edificios más emblemáticos de toda la ciudad de Nueva York. Adam debió haber puesto mucho empeño para conseguir una mesa, ya que la lista de espera podría tenerte esperando durante semanas tachando días de tu calendario.
Por otro lado, no dejaba de sentirme culpable por desobedecer con tal prontitud las estrictas órdenes de Catherine y rechazar, una vez más, una cena con Aaron.

El mal sabor de boca se disipó tan pronto como me vi a mi misma del brazo de un Adam que parecía recién sacado de un catálogo, con su traje inmaculado y tendiéndome una orquídea con su mano. Decía que ni la flor más deslumbrante alcanzaba a irradiar la belleza que yo poseía esa noche.

La velada transcurrió ajena al mundo que se hacía parado a nuestro alrededor. Absorta en su conversación, me empapé de su voz y olvidé la música de fondo. Me deje llevar en su baile de palabras, donde me describía un Adam lleno de características que se hallaban en total consonancia conmigo misma. Una sintonía de personalidades que avanzaban al unísono.
Bebimos el vino más caro, me contó sus secretos más íntimos y me hizo enrojecer numerosas veces. Cuando me vine a dar cuenta, estábamos en su limusina, besándonos como dos seres hambrientos de una noche de amor y dejándonos llevar por las caricias. El traje impecable ya no cubría su cuerpo y pude observar unos brazos fuertes y un trabajado abdomen. Mis medias, se deslizaban piernas abajo. La oxitocina, después de meses de vacaciones, volvía al trabajo y subía intensamente.
Un casto beso en la mejilla, incongruente con el resto de la noche, fue toda la despedida que recibí ante la puerta de mi edificio.

La resaca emocional del día siguiente me mantuvo, hasta que llegué de la oficina a casa, con un mal presentimiento. El pertinente cuestionario que me esperó al llegar a casa por parte de Sophie me sirvió para exteriorizar mis sentimientos, y de paso para mí, ponerlos en orden.

Muchos de mis sentimientos eran incoherentes entre sí y eran tan cambiantes como mi conversación con Sophie. Comenzó con una regañina un tanto forzada. A ella le seguía pareciendo muy extraño ese abanico de coincidencias repentinas entre Adam y yo, y como era de esperar, no le parecía bien en absoluto la ausencia de una interposición de límites por mi parte. Fue solo cuando acepté que mi comportamiento había sido impropio de mí, que me había dejado llevar demasiado rápido por el momento y que la situación no me permitió ser tan racional como acostumbraba, cuando Sophie hizo que me relajara y, dándole la vuelta a la tortilla con la maestría de un chef, me hizo sentir merecedora de una noche de pasión tras tantos meses de absentismo sexual. Eso no fue todo, me hizo prometerle que de ahora en adelante andaría con más ojo con respecto a Adam ya que sus malas intuiciones con respecto a él, no las disipaba ni el Empire State.

Esa misma tarde nos pusimos rumbo al partido de los Knicks. No se trataba de hacerle un favor a Sophie y de acompañarla como amiga solterona a una cita a ciegas. No. Yo sentía pasión por el baloncesto puesto que mi padre me lo inculcó desde bien pequeñita. Así se lo hice saber a Aaron. Sí. Aaron era mi cita a ciegas.

-¿Tú sabías que era él verdad Sophie?- la abordé disimuladamente en un despiste por parte del resto del grupo.
-¡En absoluto! Y recuerda Alison… ¡Las casualidades no existen!

Esta vez me sentí plenamente cómoda. Habló él. Hablé yo. Y entonces me di cuenta de que apenas había participado en la conversación con Adam, era él quien la dirigió, otorgándose a si mismo la autoridad con la misma ligereza que James lo hacía, y con ese absolutismo que mi ex marido se adjudicaba. Así pues, una vez consciente de esto, decidí apartar de mi cabeza todo pensamiento ajeno a aquel momento.
No quería que la noche acabara, y sin embargo, las horas no dejaban de contar con una rapidez pasmosa. Cuando Aaron me besó y una oleada de sensaciones inundó mi cuerpo, todo ese muro que había construido y preservado con sumo cuidado entre él y yo, se derrumbó por completo. Y así lo debió notar él.

Cuando el teléfono sonó creí que fuera el despertador que anunciaba el final de un sueño. Algo parecido fue ya que tuvimos que aplazar nuestros planes colmados de lujuria e ir hasta Voice. Catherine me había avisado de que alguien se había colado en la sala de impresión. Habían saboteado varias máquinas y el empleado de seguridad estaba inconsciente. La policía iba de camino.

Cuando llegamos a las oficinas nos encontramos con cerraduras forzadas y un caos imperante en los despachos más importantes. El de Catherine, Aaron y el mío propio. Como nos habían anunciado las máquinas no funcionaban y una nube de humo invadía toda la sala. No necesitamos decirlo en voz alta porque en la mente de los tres nació de repente el mismo pensamiento. Todo lo que había ocurrido tenía un claro sello. Monde. Y un claro cabeza de turco, James Sandler.
La policía, nos ofreció ver los videos de seguridad al día siguiente, pero primero deberían analizarlos ellos.

A la mañana siguiente, nos citaron en una sala de nuestra misma sede de oficinas. Todos llegamos puntuales. La desesperación se podía leer en el rostro de mi jefa. Cuando el corresponsal de la oficina llegó, abrió su maletín y mientras sacaba un sinfín de papeles y su ordenador, no dejó de hablar ni un instante.

-Hemos identificado al individuo que sale en las cintas de seguridad que a continuación os mostraré. Se trata de Kevin Hoffman. No tiene un claro oficio, pero analizando sus patrones de actuación podemos involucrarlo en otros casos parecidos. Suele trabajar para grandes empresas o personajes muy adinerados, que lo contratan, por su suma discreción y sutileza para la copia de archivos importantes o la filtración de documentos importantes. No le hemos pillado hasta ahora porque pocos se pueden permitir el contratarle así que sus actuaciones son escasas. Apenas tenemos imágenes de él, sin contar con el hecho de que suele cambiar de estado y de aspecto físico continuamente, sin embargo, nuestro equipo ha sido eficaz y ha logrado identificarlo. A pesar de lo dicho le ofrecemos la garantía de que se trata de este tipo. En cuanto a quién lo ha contratado, es un trabajo mucho más difícil y ambiguo, pero teniendo en cuenta los destrozos de que ha causado y los archivos que ha filtrado, además de vuestra participación en la candidatura para ser adquiridos por News Corporation, somos conscientes de que podría ser acertado vaticinar que Monde está detrás de todo esto. Sabemos el poder que maneja James Sandler y su habilidad para cruzar los límites de la ley pasando desapercibido. Sin más dilación, aquí tenéis la grabación correspondiente.

Me pareció muy extraño que me resultara tan familiar el rostro y el aspecto físico de ese ladronzuelo de mala muerte. Tuve que pedir al agente que pausara un video en una escena que se dio justo antes de que el delincuente desconectara la cámara y la imagen desapareciera. De repente mi mano apretó con una fuerza correspondida la de Aaron cuando exclamé:
-¡Adam!
-¿Adam? ¿Lo conoces Alison? – me instó a contestar Catherine.
-Maldito hijo de puta. Tengo que salir…
-Pero Alison…- continuó Catherine.

Dejé con la carga de narrar los escasos detalles que conocía a Aaron, y le mandé un mensaje en el buzón de voz a Sophie donde le pedía que fuera a Voice y le contara a Catherine todo lo que sabía sobre Adam, o mejor dicho, Kevin Hoffman.

Decidí tomar la venganza por mi propia mano. Llamé a mi amigo François y le puse al tanto de todo, le pedí que me prestara uno de sus locales y que creara un escenario hollywoodense, para revivir un conjunto de las escenas de esas películas antiguas con las que supuestamente mi Adam ficticio había crecido. En el medio de todo ese escenario, habría una mesa para cenar y un catering contratado que preparase comida italiana y española, puesto que “Adam” tenía antepasados en esos países. El siguiente paso, comprarme un vestido largo ceñido al cuerpo, negro y con un escote frontal que terminaba encima del ombligo y realzaba mis pechos. Previo paso por la peluquería para hacerme un recogido bajo, dejé un mensaje en el buzón de voz de “Adam” fingiendo con una destreza merecedora de un Oscar: ¡Hola! ¿Qué tal va todo? Espero que mejor que a mi… he tenido un día muy duro en la oficina y necesito desconectar. Me toca a mí devolverte la maravillosa velada de la otra noche así que esta vez te invito yo a cenar. Te mando por email la dirección y la hora. Estoy deseando verte y que me lleves de nuevo a tu limusina... Un beso.

Mi cupo de humillaciones estaba completo. Lo más ruin que me podían hacer era volver a burlarse de mí, con tácticas estudiadas como si yo fuera un tablero de ajedrez. Ahora comprendía todos esos rasgos en común. Ahora sabía cómo había sido tan acertado con sus palabras, sus movimientos, su forma de hacer el amor. Pero lo rastrero no venía de su mano, Kevil Hoffman era solo un peón que hacía su trabajo. Era James el que necesitaba un escarmiento, y lo demoledor era no poder ser yo quien se lo diera. No por ahora.

Llamé a Aaron, a Catherine y les puse al tanto de mis planes. Les pedí que no hicieran nada hasta nueva orden. Ninguno de los dos estuvo de acuerdo con mis maneras pero ambos confiaban en mí. Aaron se mostró reticente y protector, y me atrevería a decir que incluso celoso aun siendo consciente de que todo era una farsa.

Todo estaba apunto cuando Kevin llegó. Me mentalicé de que debía actuar sin vacilar ni dejarme llevar por la rabia contenida, y así procuré hacerlo en todo momento. “Adam” volvió a llegar con otra orquídea que yo acepté con una entremezclada, a la par que fingida, inocencia y dulzura.
La velada transcurrió como siempre, con Adam centrado en sí mismo y procurando parecer perfecto. Se notaba que ya no necesitaba esforzarse tanto en sus mentiras, a partir de ese momento, donde ya tenían prácticamente todo lo que buscaban, yo me había convertido en un buen polvo que sería divertido mantener el poco tiempo que le quedara en esa ciudad.
En uno de los lados de esa preciosa habitación, que como era de esperar, causó una mal actuada sorpresa en él –al cual en realidad las películas de Hollywood se la traían al pairo- había una enorme cama con una colcha de seda roja que contrastaba con el blanco y negro de los cuadros antiguos que colgaban de las paredes. Poco tardó en arrastrarme hasta ella. Tuve que morderme los labios cuando comenzó a deslizar su mano por mi cintura.

-Tengo una idea Adam –le propuse- qué tal si hacemos más excitante este momento…
-¿Más aún? –contestó.
-Toda esta temática del cine me ha dado una idea… podríamos actuar un poco…
-Soy todo oídos…
-He traído esto… -saqué unas esposas y comencé a desabrocharme el vestido por la espalda - ¿me dejarás que las use contigo?
-Soy todo tuyo nena –me dijo mientras me besaba enérgicamente (lo cual me resultaba repugnante).
Cuando le desvestí y lo esposé al cabecero de la cama retomé la palabra…
-Tengo otra sorpresa para ti – su rostro reflejaba lo que sus calzoncillos me constataban- pero antes déjame decirte una cosa…- se hizo una pausa y… - no me gustan las orquídeas Kevin.
En ese momento cuatro policías entraron por la puerta y la cara de Kevin Hoffman dejó de actuar para reflejar la mirada malvada de ese ladrón de clase alta.

Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/

jueves, 10 de febrero de 2011

Parte 19

(Continuación de la parte 18, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-18.html )

Sophie decidió invitarme a cenar para compensar, lo que según ella, suponía la carga de hospedarla mientras encontraba un buen piso donde mudarse. Distaba mucho de ser una molestia el tener de nuevo a Sophie a mi lado. Su sola presencia inundaba cualquier habitación de recuerdos, algunos cargados de dolor, otros ligeramente vergonzosos y la gran mayoría, inmensamente exquisitos. Mientras nos embriagábamos con el sabor del vino y el furor que causaban nuestras conversaciones, los platos desfilaban por delante de nosotras dos, que los engullíamos sin apenas mirarlos.

Partiendo de la premisa de que cualquier nimiedad que hubiéramos vivido era considerada de vital importancia, nos narramos de un modo incansable nuestros últimos ocho años. Habíamos mantenido el contacto pero ninguna de nuestras cartas contaba con demasiados detalles. Sophie me confesó que tenía en una carpeta guardados todos los titulares de prensa en los que salí, y todos los artículos que escribí que llegaron a sus manos. Incluso tenía dos de mis libros que me pidió, les firmara. Había intentado con ahínco seguir mi trayectoria desde la distancia y me había tenido presente en todo momento. Así, no era de extrañar que me sintiera una mala amiga cuando me contó su trayectoria profesional tan destacable, en la cual, yo no había participado de modo alguno.

Empezó estudiando Historia del Arte en la bella París. Los primeros tres años vivió en un hotel de prestigio, frecuentó las boutiques más caras y se hizo con pasmosa facilidad a la vida parisina; pronto dejó salir su parte más bohemia y se mudó a un gran ático que le hacía las veces de estudio, y no tardó en llenarlo de lienzos con su sello personal. Expuso sus obras numerosas veces, consiguió hacerse un nombre y cuando empezó a escalar la montaña del éxito, se dio cuenta de que no tenía nadie a su lado con quien realmente deseara compartir ese triunfo. Así pues, decidió volver a su natal Nueva York y abandonar de nuevo sus raíces, para así estar al lado de aquellas personas que jamás dejaron de estar presentes, a pesar de encontrarse a miles y miles de kilómetros de distancia.

Íbamos en taxi rumbo a mi apartamento cuando mi teléfono empezó a sonar.
-¡Es Aaron! – dijo Sophie dándome un codazo.
Curiosa exploré mi bolso hasta que logré dar con el móvil. Mientras tanto los nervios empezaban a alcanzar mi estómago. Miré la pantalla y…
-Es Adam.
-¿Adam?- dijo extrañada mi amiga.
-Hola Adam – contesté tapándole la boca con la mano mientras ella intentaba zafarse.
-¿Has visto la noche tan mala que hace? – decía su voz al otro lado del teléfono.
-Sí… está cayendo un buen chaparrón – contesté mirando a través de la ventana del Ford amarillo.
-Sería estupendo que la noche de mañana, por el contrario fuera estupenda ¿verdad?
-Mmm… sí… supongo.
-¡Perfecto! Pues que te aparece si te recojo sobre las ocho.
-¿A las ocho? ¿Mañana? – contesté contrariada.

Mientras tanto Sophie, movía enérgicamente su cabeza con un signo de negación.
-A las ocho es perfecto.

Ya estábamos metidas en la cama y Sophie no dejaba de renegar por haber aceptado la invitación. Todo argumento que me daba en defensa a su reticencia era que ese tal Adam, le causaba malas vibraciones.
-Que te lo digo yo Alison… confía en mí.
-Créeme, lo haría si lo conocieras o si tuvieras algo sólido sobre lo que basarte para decirme que no salga con él, pero me temo que lo único que te molesta es que Adam no es Aaron… y eso me lleva a la siguiente cuestión, ¿qué te ha dado a ti con Aaron?
-Que no cambies de tema, no hay nada más sólido que el hecho de que no me dé buena espina. Confía en mi, cabezota. Soy buena con esto de las intuiciones.
-Vale, igualmente voy a quedar con él, puesto que al contrario de lo que piensas, he dejado de ser una cabezota que se aferra a su vieja idea de que no hay que confiar en el primero que se te cruce, pero Adam… ha sido todo muy extraño desde el principio… ¿no te parecen demasiadas casualidades? Igual quiere decir algo…
-Las casualidades no existen, y precisamente ese saco ficticio de cosas en común, el que por primera vez en tu vida te roben y de modo inmediato aparezca tu príncipe azul…todo eso que tú llamas casualidades…yo lo califico de “sospechoso”
-Está bien… y porqué el modo en el que entró Aaron en mi vida no te parecen una serie de casualidades, que una tras otra nos han traido hasta el día de hoy...
-Porque tras un encuentro inesperado en común todo lo que se dio entre vosotros fueron causalidades, ¿entiendes la diferencia? CAUSALIDADES.
-A mí me parece lo mismo dicho con otras palabras…

Y así estuvimos discutiendo hasta que con un almohadazo en la cara de mi amiga, decidí dar por zanjada la conversación.

A la mañana siguiente todos los altos cargos de Voice estábamos en sala de reuniones, frente a Catherine, que nos comunicaba los últimos acontecimientos de la revista.
-Está bien equipo. Quedan menos de tres semanas para la fecha decisiva y Monde nos está pisando los talones. Sin embargo vamos a la cabeza y debemos mantener este puesto.
>> En una semana ocultan los porcentajes de venta para evitar conflictos entre las revistas que compiten por el puesto, así que andaremos a ciegas hasta el día de la gala. No podemos permitirnos despistarnos bajo ningún concepto. Os quiero a todos con los cinco sentidos, que digo con los cinco sentidos, con veinte si hace falta, todos puestos en esta revista. Nos hemos dejado la piel en hacer algo que valga la pena, algo que nuestros ciudadanos disfruten, algo que quieran tener en sus manos y amenice sus vidas cada vez que pasen una página. Algo que enseñe, entretenga, comprenda y anime a nuestros lectores. Es el último empujón… Sé que todos tenemos familia, una pareja, algunos hijos, y toda una vida llena de otras obligaciones a parte de venir a trabajar a estas oficinas cada mañana. Pero merece la pena. Vaya que si merece la pena. En cuatro días quiero todo el material del siguiente número encima de mesa.
>>Aaron. Alison – nos miró – os quiero más juntos que nunca. Comed juntos, escribid juntos, opinad juntos, decidid juntos, respirar el mismo aire si hace falta, y dormir juntos si eso va a hacer que la próxima entrega de Voice ponga los pelos de punta a este país. ¿Lo habéis pillado?
-Por supuesto Catherine, así será – contestó Aaron.

Cuando la reunión terminó y todo el mundo salió de la sala Aaron se acercó a mí.
-Catherine ha sido bastante clara y tajante. Habrá que acatar sus normas… - decía sonriendo- ¿qué te parece si empezamos cenando juntos?
-Me encantaría, de verdad, pero… tengo planes.
-Es cosa mía o parece que evitas cenar conmigo siempre. Te prometo que mastico con la boca cerrada…y créeme…puedo ser bastante educado. Si te hace sentir más cómoda, incluso evitaré poner los codos en la mesa.
-¿Sabes qué? No debería descentrarme, como has dicho, Catherine ha sido bastante clara. Déjame que haga una llamada desde mi despacho y arreglo lo de esta noche, solo tengo que llamar a…
-¿Adam?
-Eh…sí. Adam… Nos vemos en un rato.
-Hecho. – sonrió satisfecho.

Entré en mi despacho para llamar por teléfono a Adam y así cancelar la cita de esa noche cuando vi que tenía dos mensajes en el buzón de voz, los escuché antes de hacer esa llamada.

“Me estoy enamorando de este apartamento, como no encuentre algo pronto voy a tener que quedarme aquí a vivir… ¡Es bromaaa! ¿Qué tal tu reunión? Espero que genial ¿Estaba Aaron? Sí ¿verdad?... vale, vale, voy al grano, ¡que te estoy leyendo la mente! ¿Recuerdas a Vince? El chico del que te hablé… va a comprar entradas para ir a ver a los Knicks, quiere presentarme a sus amigos, ¿has oído eso? ¡Suena a presentación oficial! La cosa es que uno de sus colegas va con pareja y el otro…no, así que he pensado que tú podrías venir conmigo, así me servirás de apoyo. Además es baloncesto…sé que no te puedes negar. No hay más que hablar ¡Gracias! ¡Eres una amiga estupenda!”

-Esta Sophie…-pensé a mí misma sonriendo por tener otra vez esa fuente de vida a mi lado. Y pulsé para escuchar el siguiente mensaje.

“¿Alguna vez has cenado en lo más alto del Empire Ali?...” – ¡Adam!- “…espero que no, así esta noche podrá ser tu primera vez… que tengas un buen día.”

Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/