jueves, 13 de diciembre de 2012

Reflexión sobre el sistema educativo


Si buscas resultados diferentes, no hagas siempre lo mismo” dijo Albert Einstein. Adoptaré esa frase, para definir el sistema político de este Estado y, en especial, las numerosas reformas educativas, que si bien son diferentes, vienen todas a ser lo mismo.

A día de hoy, ni el personal docente, ni los alumnos, ni los padres, están a favor de este sistema educativo que nos imponen, tan vacuo como grande es el fracaso académico que genera y tan incapacitado que no podría crear sino la desmotivación que impera en las aulas. Y yo me pregunto… ¿En base a qué se crean y cambian las reformas en educación? ¿Cuál es la urgencia que exige tantos cambios? ¿Queda ésta resuelta?
Hay numerosos flancos abiertos por los que se puede atacar. Empecemos por las aulas. 

La desmotivación de los alumnos está más que justificada. Solo importa que los niños adquieran conocimientos, sin reflexionar sobre su contenido o utilidad. Los alumnos se preguntan la utilidad de la cantidad de información que tiene que engullir. ¿Para qué sirve la sintaxis? ¿Por qué querría yo conocer los afluentes de los ríos de España? Pero no reciben respuestas. A sus ojos, lo único que importa es escupirlo todo en un folio, que ya después serán libres de olvidar.

En la eterna cuestión de a quién le corresponde el papel de educar a los niños en cuanto a ética, moral y actitud, yo tengo la respuesta muy clara. Las familias enseñan, o mejor dicho, inculcan sus valores y creencias a los niños, haciendo de éstos copias de sí mismos, desprovistos de una identidad propia. Es decir, el niño ya llega a la escuela con unos cimientos mal construidos, pues los padres a veces constituyen el peor lastre como agente educador. Por ello, el papel del docente –y también el de la familia- debería ser el de hacerle reflexionar al alumno sobre lo que ya sabe y enseñarle todo el abanico de posibilidades y creencias que le esperan en el mundo que aún desconocen, y que así sean ellos los que reflexionen sobre qué les resulta más válido. De este modo podrán crear una personalidad con un criterio que ha nacido del debate en las aulas, de que cada vez que tengan una duda no sea el profesor quien le dé una respuesta gratuita y masticada, sino que hagan el esfuerzo de activar sus mentes y de llegar por sí mismos a resolver sus dudas. En este caso, el profesor debería ser un guía, la chispa que encienda sus curiosidades e inquietudes, aquel que les sirva de detonante para que sus ansias de saber y conocer exploten y salgan a la superficie. El alumno debería ser un ser autónomo y el encargado de satisfacer su hambre de conocimiento, y el docente y la familia, los guías que le facilitaran ese proceso.

Sin embargo, en lugar de eso, tenemos profesores que nada más entrar por la puerta critican a sus compañeros y a sus jefes. Son inquisidores disfrazados de maestros que fomentan la competición y dan la espalda a la cooperación. No diferencian entre el sobresaliente de un alumno que lleve 9 meses trabajando e interesado en aprender, y en el de otro que se meriende los apuntes la tarde de antes sin haberse esforzado a lo largo del curso, porque el sistema no funciona así. Solo importa el fin. Crean alumnos que se sienten superiores si son de ciencias mientras llaman tontos a los que les gustan las letras. ¿Qué tipo de personas esperan crear entonces?

Qué tan inútil resulta la evolución cuando no trae mejoras consigo. Qué atrás quedó la escuela de Platón que constituía un centro de reflexión.

No recuerdo, a excepción de la de filosofía, psicología y ética, ningún otro profesor o profesora que nos dejara hacer preguntas libremente, sin constreñir nuestra mínima curiosidad para “no perder el tiempo”. Lo que es bueno ya está establecido en las aulas y no interesa que los alumnos sean diferentes entre sí, sino que nos quieren hacer iguales a todos. Las mismas asignaturas con el mismo peso, sin ninguna capacidad de elección. Creo que es importante que haya asignaturas comunes que nos creen los conocimientos básicos de cultura general, pero ¿deben ser todas así? ¿No debería acaso haber asignaturas que nos permitieran elegir qué queremos ser el día de mañana, que alimentaran una vocación?

Creo que la escuela es necesaria, pero no está bien diseñada. Me parece igual de inconsciente el sistema educativo actual que la actitud abolicionista sobre los colegios –a mi parecer, existen escuelas alternativas, como las libertarias, que son una opción muy consciente y válida-. Una enseñanza en casa no cubriría las necesidades de socialización y estimulación que ofrecen las aulas a los niños, sin embargo, mal aprender a cualquier precio tampoco es una opción.

Cuantas voces experimentadas hay acalladas por los oídos sordos de políticos inexpertos. Cuantas decisiones mal tomadas por personas que no están cualificadas y que afectan a algo tan primordial como educar a una persona. El sistema está podrido de raíz, así que jamás podrá nacer una buena elección, ni en el terreno de la educación, ni en el de la sanidad, ni en ninguno, si aquellos que mandan solo buscan un beneficio propio que se aleja de la urgencia de dejar de crear canallas y generaciones perdidas. Así que antes de pretender encontrar el sistema educativo ideal, habrá que educar a los responsables de tomar tal decisión o en su defecto desbancarlos y poner en su lugar a personas aptas y preparadas. ¡Buena suerte con ello!