miércoles, 13 de julio de 2011

Los aires difíciles

Dice Almudena Grandes en "Los aires difíciles":
<< Ante sus ojos se perfilaba un horizonte seco y monótono, sedimentado a partes iguales por el cansancio y la necesidad, el cansancio de ser siempre necesario, la necesidad de no poder reconocer jamás que estaba cansado. >>

Y yo que me siento gracilmente reflejada en ese párrafo. Cuántas veces me he sentido privada del derecho a bajar la guardia y cuántas otras me he sentido forzada a nadar en contra del efluvio de mi razón. De la simple naturalidad de hacer lo que me pide el cuerpo.

Lo pienso y, sin embargo, no lo voy a decir en voz alta, pero creo que la amistad es un ejemplo apropiado. Creerse con el derecho a esperar recibir siempre algo de la otra persona, como quien se relaja ante la sapiencia de que su sueldo le será ingresado cada mes. Pensar absurdamente que "nuestro amigo" tiene la obligación de cumplir con las expectativas que con sus actos ha creado sobre nosotros. Abusar del término amistad, creyéndolos vasallos y esclavos de aquello que un día libremente nos dieron y ahora exigimos recibir. Reprimiendo su derecho a "descansar" de dar un máximo, o creyendo de un modo ególatra y perturbador, que mientras "el amigo" descansa para recobrar sus ánimos, tú le estás dando más que él a ti. Estar tan ciegos como para atreverse a pensar que no se da cuenta de que él te escucha con respeto y te tiende una mano cuando tú estás mal, y sin embargo, cuando él intenta explicarte que no se encuentra bien, jamás encuentra el mismo apoyo. Pero no nos equivoquemos, que el malo es él porque no está a la altura de lo que dio de si mismo en otras ocasiones.
<< ...la necesidad de no poder reconocer jamás que estaba cansado...>>

No nos equivoquemos. Nadie es tan perfecto, ni nadie tan malo. Sin embargo, la amistad, es un término tan puro del cual tenemos una conciencia tan desacertada... que da pena pensar que existan personas que no sepan valorar lo que tienen delante de si. O que ni siquiera el paso del tiempo les haga rectificar o darse cuenta de que no entendieron aquello con lo que estaban tratando.

Un buen día una mujer supo leer mi piel. Supo leer mis ojos, mis manos, mis pies... Un día de mis 17 años una mujer supo decirme que nunca había sido merecidamente correspondida en las amistades. No le faltó razón, poco después de eso, sucesos imprevistos me dejaron contando a los amigos con cuatro o cinco dedos de mi mano. Quiero decir, a los amigos que me correspondían. Mi fallo, a la par que mi virtud, fue seguir considerando amigos a todos los que me fallaron, con el nuevo calificativo de "amigos que no van a estar en los peores momentos de mi vida".

No me tiembla la voz cuando afirmo que sé ser amiga. Con absolutamente todos los matices que esa palabra pueda conllevar. Incluso con muchos otros que ni siquiera conlleva.
Una vez han cuestionado mi capacidad. Una vez no me han permitido bajar la guardia.
Tal me ha parecido la injusticia que hoy me veo reflejada en Almudena Grandes, en sus Aires Difíciles.

Abrid los ojos y apreciar lo que tenéis delante. Valorarlo en absolutamente toda su amplitud. En toda su extensión. Querer los defectos porque constituyen la persona a quien amáis. (Entiéndase el verbo amar sin matices románticos). Apreciar las diferencias humanas y dar gracias porque existan, ya que sin ellas no podríamos alimentarnos de todo cuanto nos aporta lo desconocido. Comprendamos las culturas, los diferentes sistemas, las peculiares mentes. Y querámonos sin hacer demasiadas preguntas. Porque en el verdadero amor sobran las palabras.
Y no seamos ingenuos, que ningún camino es un sendero lleno de rosas, que no siempre el viento sopla a nuestro favor y a veces hay que ser valiente y reunir fuerzas para afrontar los aires difíciles.

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