sábado, 1 de enero de 2011

Parte 3

(Continuación de la parte 2, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2010/12/parte-2.html)

Después del estrépito que mi despertador causó al sonar no tuve más remedio que ponerme en pie. La habitación estaba totalmente vacía y en el salón me aguardaba, impaciente por ser abierta, una cordillera de cajas con 34 años de recuerdos embalados. Me había mudado a un modesto apartamento en un tranquilo barrio de la ciudad porque no quise continuar en aquella casa enorme. No soportaba los susurros de las paredes y el hedor del destrozo que James causó en mi vida.
Mientras la cafetera silbaba me duché y me embutí en un bonito Channel que me regalé a mi misma para inaugurar del mejor modo posible el comienzo de una nueva etapa. Sujetando la tostada con los dientes, con una taza de café humeante en mi mano y los tacones aún desabrochados abrí la puerta disponiéndome a llamar al ascensor, cuando lo vi. El periódico tirado en mi felpudo me daba los buenos días con una portada de escándalo...como titular le acompañaba un desgarrador "Alison Cooper, de la realeza al populacho". No pude evitarlo. Tiré el periódico por el hueco de la escalera y sus hojas volaron independientemente, espero, que hasta el extravío.
En esta maldita ciudad a veces resulta imposible coger un taxi, pero al parecer, Dios decidió compensar la jugarreta del periódico y conseguí meterme en uno de esos Ford amarillos y llegar a tiempo a mi destino.
Jeffrey Goldberg ofrecía una conferencia en el hotel Greenwich, había estado meses esperando a que viniera a la ciudad, y mi nueva jefa me concedió un día libre en mi reciente puesto de redactora para que pudiera asistir. Así pues, la nueva Alison Cooper rehacía su vida con una naturalidad que ni yo misma me acabo de creer.
Me senté por delante, con los ojos bien abiertos y los oídos deseosos de empaparse de todo lo que aquel hombre dijera, y durante las dos siguientes horas, estuve absorta en ese baile de palabras.
Después del estallido de aplausos decidí quedarme en el apertivo que ofrecían en uno de los salones y así charlar con algunos viejos amigos. Daba gusto estar con personas precavidas en la elección de sus palabras, que conocían mi apellido de soltera y no se dirigían a mí con un malsonante "Señora Sandler".
La mañana discurrió sin mayores sobresaltos, hasta que un enorme golden retriever entró precipitadamente en la sala y se abalanzó sobre mí, haciendo caer mi copa de vino y una bandeja de canapés sobre el Channel que había ceñido a mi cuerpo por primera vez hacía unas horas.
¿Existía acaso alguna manera de ser más humillada en un período de tiempo tan corto?. Como si no supiera que la mayoría de esa gente me había estado mirando con el rabillo del ojo a cada instante, estudiando las expresiones de mi cara y esperando encontrar algún símbolo que les ratificara mi vergüenza y desconsuelo.
Para colmo de males ahí estaba yo, desmayada porque un perro sarnoso había hecho que me golpeara la cabeza contra el suelo.
Lo último que recuerdo: levantarme en la habitación de algún hospital con un desconocido hablando histéricamente por teléfono.
"Alison, que habilidad la tuya para abrir etapas" me dije a mí misma.

(Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com )

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