domingo, 2 de enero de 2011

Parte 5

(Continuación de la parte 4, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-4.html)

El hombre histérico colgó el teléfono tras una conversación que no me dejó indiferente. Pero el dolor de cabeza me estaba matando y esos alaridos solo lo incrementaban.
- Eh... hola, me llamo Aaron...
- Mire Señor...
- Brooks.
- Brooks. No sé quién es usted ni que hace en mi habitación gritando como un cosaco. De hecho, si he de serle sincera, no sé ni cómo he llegado yo misma aquí, pero dígame usted...ehh...Aaron. ¿No le enseñaron sus padres a no dar voces en un hospital mientras un paciente está descansando?
- Vaya Alison...
- Señorita Cooper si no le importa...

El chico tragó saliva y después continuó.
- Señorita Cooper había oído que es usted una mujer de carácter pero no me imaginaba semejante lucidez en una convaleciente.
- No se crea usted todo lo que oye. Ya ve que a veces la información llega incompleta.

Entre ese desconocido y yo se generó un ambiente tan rígido que opté por desviar la mirada en silencio en busca de un vaso de agua para paliar la sequedad de mi garganta. Entonces vi en mi mesita las flores...
- Pensamientos... -murmuré.
- ¿Decía algo Alis... Señorita Cooper?.
- Entonces... ¿Quién dices que eres?
- Verás... ahora viene la parte difícil...digamos que...
- Al grano Brooks.
- ¡Caray Alison! ¡Dame un respiro!
- ¡Señorita Cooper!
- Como usted quiera... digamos que soy el dueño del perro que saltó sobre si. Y me gustaría decirle que me siento terriblemente avergonzado por el incidente y quería disculparme. Si hay algo que pudiera hacer por usted...
- No debería tener perro si no es capaz de controlarlo.

Debí ser una zorra inquisitiva porque en ese momento comenzó un incómodo silencio cuya duración se me antojó eterna. Justo cuando el ambiente podía cortarse con el filo de una hoja irrumpió una enfermera en la habitación.
- ¡Oh Señora Sandler! - sí, eso dolió.- Ya se ha despertado, ¿cómo se encuentra usted?.
- Señorita Cooper por favor... Y se puede decir que he tenido despertares mejores -contesté clavando la mirada en los ojos del tal Aaron Brooks.
- De acuerdo. Le dolerá la cabeza durante unos días, así que le aconsejo que haga reposo. La buena noticia es que no ha sufrido usted ningún daño, así que en seguida le traigo el informe de alta y unas pastillas para el dolor. Puede usted ir preparándose o llamar a alguien si desea que vengan a recogerla.
- ¡Oh! ¡Yo la llevaré! - sugirió Aaron.
- ¡No! Eso sí que no. Señor Brooks, le agradezco enormemente el detalle, las flores me han encantado y acepto sus disculpas, pero creo que será mejor para ambos, por el bien de nuestra suerte, que nuestros caminos se separen aquí y ahora.
- Verás, le ruego que me deje que la lleve a casa. No puedo hacer menos después de tal incidente y no tengo prisa...como ha podido escuchar, ya no tengo que ir al trabajo...
- Ah si... Toda esa conversación...dígame. ¿Trabajaba usted para James...es decir, James Sandler?
- Así es, trabajaba, pero después de mi discurso y de la dimisión, dudo que deba volver por allí.
- Esta bien Aaron. Si le has dicho todo eso a James, ¡qué diablos!, llévame a casa.
- Me alegro señorita Cooper.
- Puedes llamarme Alison - cedí.
- Pues en marcha Alison.

Tras la sonrisa de complicidad, la enfermera, que en medio de nuestra conversación hizo mutis por el foro, me trajo todo lo que necesitaba. Me vestí con mi Channel. Había olvidado la probabilidad inminente de que esa enorme mancha de vino formara parte de su estampado, así que Aaron, aún guiado por su sentimiento de culpabilidad, me prestó su chaqueta -un tanto mordisqueada- y nos subimos en un estropeado coche rumbo a mi apartamento.
El camino aunque tenso, fue entretenido. Sinceramente, creo que fue el broche perfecto para un día de contagioso surrealismo. Finalmente llegamos a nuestro destino.
-Aquí es Aaron. El número 34. Gracias por traerme y descuida, puedo subir sola. ¡Ah! Antes de que se me olvide... si me das tu tarjeta podré mandarte la chaqueta a tu dirección...
- Alison... tú...¿vives aquí?- me interrumpió.
- Así es. Me mudé hace unos días. ¿Ocurre algo?.
- No nada... La chaqueta... puedes tirarla, o quedartela... después de los "pespuntes" que le ha dado Shawn, no creo que vuelva a ponérmela.
- De acuerdo. Gracias entonces por traerme Aaron.
- No podía hacer menos después de dejar que mi perro atentara contra tu salud.
- Muy gracioso... Me voy a casa antes de descomponerme de la risa.
- Que tengas un buen día Alison.

Le di la espalda. Entré en casa, me tomé una de esas pastillas que me habían dado y me dejé caer en la cama rendida, sin ni siquiera quitarme los tacones, y desde luego, sin ser aún consciente de todo lo que había ocurrido.

(*Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/ )

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