miércoles, 5 de enero de 2011

Parte 9

( *Continuación de la parte 8, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/01/parte-8.html )

Aaron aceptó mi propuesta antes de marcharse y una vez se hubo ido, me senté con cuidado en el alféizar de la ventana y sentí como si el tiempo se paralizara en el mismo instante que una inmensa calma invadía por completo todo mi ser.
Sabía perfectamente que Catherine me había prohibido pensar sobre el trabajo en mi día libre, pero estaba segura por el tono de voz que puso cuando le conté todo lo que me traía entre manos, de que el haberme saltado las reglas no le disgustaba en absoluto.

Decidí aprovechar el resto del día para construir un hogar y mandar todas esas cajas de cartón a freír espárragos de una vez por todas, así que pedí algo de comida china, puse en la minicadena una recopilación de música de los 60, y al ritmo de "The Letter" comencé a desempaquetar mi vida. Fui más eficiente de lo que en un principio imaginaba y me gustaba ver como cogía con firmeza las riendas de mi vida. Cuando terminé de ordenarlo todo coloqué un jarrón con los "pensamientos" - las flores que Aaron me llevó al hospital - en la mesa donde habíamos almorzado y muy a sabiendas de que no me iba a escuchar dije en voz alta "Gracias Aaron".
Debía reconocer que ese chico despistado podía suponer la salvación de la revista y, a pesar de que hacía menos de 24 horas el altercado que provocó era para mí una fuente inagotable que emanaba ira a raudales, en ese momento mi futuro laboral imperaba sobre todo lo demás y en ese campo, había que reconocer que Aaron Brooks fue una oportunidad caída del mismo cielo.

Al día siguiente me puse en marcha bien temprano. Llegué a Voice sobre las 8 y con un riguroso escrutinio revisé el contenido de aquel USB que copié en el disco duro de mi ordenador.
Hice una selección del material que más interesante le pudiera resultar a Catherine Harper y pinché en el botón de imprimir. No mucho más tarde vino su secretaria a avisarme de que la jefa me quería en su despacho.
No se necesitó demasiado tiempo para subir a bordo a Brooks, así que mucho antes de lo previsto nos hallábamos los dos fuera del despacho con la misión de guiarle hacia su nueva "casa".
- Enhorabuena Aaron, te dije que el puesto era tuyo.
- Gracias Alison, no solo me has dado una gran oportunidad sino que además me has hecho el camino más fácil.
- Curioso es el destino, que desde el primer momento has estado poniendo mi vida patas arriba y complicándomelo todo y sin embargo, ahora... estás aquí para hacerla de algún modo más fácil - y le clavé la mirada de un modo incisivo que finalmente se tornó a una mueca y acabamos riendo - Esto es serio Aaron - me sinceré - Sólo... no me decepciones. He confiado en ti ciegamente de un modo, quizás, precipitado. No es algo que acostumbre a hacer, pero si puedes repetir algo tan bueno como lo que he leído... no me desilusionarás.
- No pienso hacerlo - afirmó con una rotunda seguridad.
- Más te vale...Este es tu despacho.
- Mi...¿despacho? ¡Vaya! No me esperaba en absoluto tener un despacho para mí.
- En Voice nos gusta cuidarnos unos a otros. Mi despacho está justo enfrente, te aconsejo que te aprendas el camino, vamos a tener que trabajar en equipo. Yo voy a seguir con lo mio, que tengas un buen día.
Y me dí la vuelta rumbo al lado opuesto del pasillo. Cuando Aaron me llamó.
- Alison, ¡espera!.
- ¿Si?
- ¿Qué es lo que más impresión te ha causado de todo lo que leíste en ese pen-drive?
- Supongo que me impactó el ímpetu con el que defiendes la indecorosa pomposidad del amor. No hay muchos hombres que aborden ese tema. No de esa manera. Pero basta ya Aaron, demasiados halagos para tan solo dos días, no me gustaría que te acostumbraras a esta adulación continua. A partir de ahora tendré que ser más dura contigo - bromeé mientras retomaba mi camino.

El resto del día lo pasé enclaustrada en mi despacho recuperando el tiempo perdido. Dejé las persianas de las cristaleras que dan al pasillo y a las oficinas abiertas para no sentirme del todo incomunicada. Sólo salí de mi despacho para ir al servicio o estirar las piernas. Para mi dosis de cafeína tenía una bonita cafetera personal con la que me obsequió Catherine - conocedora de mi vicio al café - cuando me incorporé a la revista. Siempre tiene buenos detalles con los grandes fichajes. Me pregunto que le regalará a Aaron.

Cuando me fui de la revista era tarde y ya había oscurecido. Tan sólo unos cuantos editores y periodistas seguían rondando por el edificio. La luz del despacho de Aaron estaba todavía encendida pero le hice caso omiso. Estaba demasiado cansada. Así pues, me despedí de la secretaria que discutía por teléfono sin tapujos sobre temas de su vida personal y llamé al ascensor mientras rebuscaba mi móvil en el bolso.

(Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.