martes, 22 de febrero de 2011

Parte 21

(Continuación de la parte 20, mitad 2, sita en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/2011/02/parte-20-mitad-2.html )

¿Os acordáis de ese sentimiento de niña del que os hablé en alguna otra ocasión?
Pues una vez más volvía a visitarme, empezaba a sentirme como una adolescente indecisa entre dos chicos, que hace malabares con uno y otro para evitarlos, cuando realmente lo que desea es llamar su atención. Un sentimiento digno de ser contado en el patio del instituto durante algún recreo.

Parecía que todas las intervenciones masculinas en mi vida me descolocaban por completo, desbancando casi en su totalidad a esa persona con las riendas bien cogidas que me consideraba.

Obviamente no tuve valor para rechazar una cita en la cumbre del Empire State, uno de los edificios más emblemáticos de toda la ciudad de Nueva York. Adam debió haber puesto mucho empeño para conseguir una mesa, ya que la lista de espera podría tenerte esperando durante semanas tachando días de tu calendario.
Por otro lado, no dejaba de sentirme culpable por desobedecer con tal prontitud las estrictas órdenes de Catherine y rechazar, una vez más, una cena con Aaron.

El mal sabor de boca se disipó tan pronto como me vi a mi misma del brazo de un Adam que parecía recién sacado de un catálogo, con su traje inmaculado y tendiéndome una orquídea con su mano. Decía que ni la flor más deslumbrante alcanzaba a irradiar la belleza que yo poseía esa noche.

La velada transcurrió ajena al mundo que se hacía parado a nuestro alrededor. Absorta en su conversación, me empapé de su voz y olvidé la música de fondo. Me deje llevar en su baile de palabras, donde me describía un Adam lleno de características que se hallaban en total consonancia conmigo misma. Una sintonía de personalidades que avanzaban al unísono.
Bebimos el vino más caro, me contó sus secretos más íntimos y me hizo enrojecer numerosas veces. Cuando me vine a dar cuenta, estábamos en su limusina, besándonos como dos seres hambrientos de una noche de amor y dejándonos llevar por las caricias. El traje impecable ya no cubría su cuerpo y pude observar unos brazos fuertes y un trabajado abdomen. Mis medias, se deslizaban piernas abajo. La oxitocina, después de meses de vacaciones, volvía al trabajo y subía intensamente.
Un casto beso en la mejilla, incongruente con el resto de la noche, fue toda la despedida que recibí ante la puerta de mi edificio.

La resaca emocional del día siguiente me mantuvo, hasta que llegué de la oficina a casa, con un mal presentimiento. El pertinente cuestionario que me esperó al llegar a casa por parte de Sophie me sirvió para exteriorizar mis sentimientos, y de paso para mí, ponerlos en orden.

Muchos de mis sentimientos eran incoherentes entre sí y eran tan cambiantes como mi conversación con Sophie. Comenzó con una regañina un tanto forzada. A ella le seguía pareciendo muy extraño ese abanico de coincidencias repentinas entre Adam y yo, y como era de esperar, no le parecía bien en absoluto la ausencia de una interposición de límites por mi parte. Fue solo cuando acepté que mi comportamiento había sido impropio de mí, que me había dejado llevar demasiado rápido por el momento y que la situación no me permitió ser tan racional como acostumbraba, cuando Sophie hizo que me relajara y, dándole la vuelta a la tortilla con la maestría de un chef, me hizo sentir merecedora de una noche de pasión tras tantos meses de absentismo sexual. Eso no fue todo, me hizo prometerle que de ahora en adelante andaría con más ojo con respecto a Adam ya que sus malas intuiciones con respecto a él, no las disipaba ni el Empire State.

Esa misma tarde nos pusimos rumbo al partido de los Knicks. No se trataba de hacerle un favor a Sophie y de acompañarla como amiga solterona a una cita a ciegas. No. Yo sentía pasión por el baloncesto puesto que mi padre me lo inculcó desde bien pequeñita. Así se lo hice saber a Aaron. Sí. Aaron era mi cita a ciegas.

-¿Tú sabías que era él verdad Sophie?- la abordé disimuladamente en un despiste por parte del resto del grupo.
-¡En absoluto! Y recuerda Alison… ¡Las casualidades no existen!

Esta vez me sentí plenamente cómoda. Habló él. Hablé yo. Y entonces me di cuenta de que apenas había participado en la conversación con Adam, era él quien la dirigió, otorgándose a si mismo la autoridad con la misma ligereza que James lo hacía, y con ese absolutismo que mi ex marido se adjudicaba. Así pues, una vez consciente de esto, decidí apartar de mi cabeza todo pensamiento ajeno a aquel momento.
No quería que la noche acabara, y sin embargo, las horas no dejaban de contar con una rapidez pasmosa. Cuando Aaron me besó y una oleada de sensaciones inundó mi cuerpo, todo ese muro que había construido y preservado con sumo cuidado entre él y yo, se derrumbó por completo. Y así lo debió notar él.

Cuando el teléfono sonó creí que fuera el despertador que anunciaba el final de un sueño. Algo parecido fue ya que tuvimos que aplazar nuestros planes colmados de lujuria e ir hasta Voice. Catherine me había avisado de que alguien se había colado en la sala de impresión. Habían saboteado varias máquinas y el empleado de seguridad estaba inconsciente. La policía iba de camino.

Cuando llegamos a las oficinas nos encontramos con cerraduras forzadas y un caos imperante en los despachos más importantes. El de Catherine, Aaron y el mío propio. Como nos habían anunciado las máquinas no funcionaban y una nube de humo invadía toda la sala. No necesitamos decirlo en voz alta porque en la mente de los tres nació de repente el mismo pensamiento. Todo lo que había ocurrido tenía un claro sello. Monde. Y un claro cabeza de turco, James Sandler.
La policía, nos ofreció ver los videos de seguridad al día siguiente, pero primero deberían analizarlos ellos.

A la mañana siguiente, nos citaron en una sala de nuestra misma sede de oficinas. Todos llegamos puntuales. La desesperación se podía leer en el rostro de mi jefa. Cuando el corresponsal de la oficina llegó, abrió su maletín y mientras sacaba un sinfín de papeles y su ordenador, no dejó de hablar ni un instante.

-Hemos identificado al individuo que sale en las cintas de seguridad que a continuación os mostraré. Se trata de Kevin Hoffman. No tiene un claro oficio, pero analizando sus patrones de actuación podemos involucrarlo en otros casos parecidos. Suele trabajar para grandes empresas o personajes muy adinerados, que lo contratan, por su suma discreción y sutileza para la copia de archivos importantes o la filtración de documentos importantes. No le hemos pillado hasta ahora porque pocos se pueden permitir el contratarle así que sus actuaciones son escasas. Apenas tenemos imágenes de él, sin contar con el hecho de que suele cambiar de estado y de aspecto físico continuamente, sin embargo, nuestro equipo ha sido eficaz y ha logrado identificarlo. A pesar de lo dicho le ofrecemos la garantía de que se trata de este tipo. En cuanto a quién lo ha contratado, es un trabajo mucho más difícil y ambiguo, pero teniendo en cuenta los destrozos de que ha causado y los archivos que ha filtrado, además de vuestra participación en la candidatura para ser adquiridos por News Corporation, somos conscientes de que podría ser acertado vaticinar que Monde está detrás de todo esto. Sabemos el poder que maneja James Sandler y su habilidad para cruzar los límites de la ley pasando desapercibido. Sin más dilación, aquí tenéis la grabación correspondiente.

Me pareció muy extraño que me resultara tan familiar el rostro y el aspecto físico de ese ladronzuelo de mala muerte. Tuve que pedir al agente que pausara un video en una escena que se dio justo antes de que el delincuente desconectara la cámara y la imagen desapareciera. De repente mi mano apretó con una fuerza correspondida la de Aaron cuando exclamé:
-¡Adam!
-¿Adam? ¿Lo conoces Alison? – me instó a contestar Catherine.
-Maldito hijo de puta. Tengo que salir…
-Pero Alison…- continuó Catherine.

Dejé con la carga de narrar los escasos detalles que conocía a Aaron, y le mandé un mensaje en el buzón de voz a Sophie donde le pedía que fuera a Voice y le contara a Catherine todo lo que sabía sobre Adam, o mejor dicho, Kevin Hoffman.

Decidí tomar la venganza por mi propia mano. Llamé a mi amigo François y le puse al tanto de todo, le pedí que me prestara uno de sus locales y que creara un escenario hollywoodense, para revivir un conjunto de las escenas de esas películas antiguas con las que supuestamente mi Adam ficticio había crecido. En el medio de todo ese escenario, habría una mesa para cenar y un catering contratado que preparase comida italiana y española, puesto que “Adam” tenía antepasados en esos países. El siguiente paso, comprarme un vestido largo ceñido al cuerpo, negro y con un escote frontal que terminaba encima del ombligo y realzaba mis pechos. Previo paso por la peluquería para hacerme un recogido bajo, dejé un mensaje en el buzón de voz de “Adam” fingiendo con una destreza merecedora de un Oscar: ¡Hola! ¿Qué tal va todo? Espero que mejor que a mi… he tenido un día muy duro en la oficina y necesito desconectar. Me toca a mí devolverte la maravillosa velada de la otra noche así que esta vez te invito yo a cenar. Te mando por email la dirección y la hora. Estoy deseando verte y que me lleves de nuevo a tu limusina... Un beso.

Mi cupo de humillaciones estaba completo. Lo más ruin que me podían hacer era volver a burlarse de mí, con tácticas estudiadas como si yo fuera un tablero de ajedrez. Ahora comprendía todos esos rasgos en común. Ahora sabía cómo había sido tan acertado con sus palabras, sus movimientos, su forma de hacer el amor. Pero lo rastrero no venía de su mano, Kevil Hoffman era solo un peón que hacía su trabajo. Era James el que necesitaba un escarmiento, y lo demoledor era no poder ser yo quien se lo diera. No por ahora.

Llamé a Aaron, a Catherine y les puse al tanto de mis planes. Les pedí que no hicieran nada hasta nueva orden. Ninguno de los dos estuvo de acuerdo con mis maneras pero ambos confiaban en mí. Aaron se mostró reticente y protector, y me atrevería a decir que incluso celoso aun siendo consciente de que todo era una farsa.

Todo estaba apunto cuando Kevin llegó. Me mentalicé de que debía actuar sin vacilar ni dejarme llevar por la rabia contenida, y así procuré hacerlo en todo momento. “Adam” volvió a llegar con otra orquídea que yo acepté con una entremezclada, a la par que fingida, inocencia y dulzura.
La velada transcurrió como siempre, con Adam centrado en sí mismo y procurando parecer perfecto. Se notaba que ya no necesitaba esforzarse tanto en sus mentiras, a partir de ese momento, donde ya tenían prácticamente todo lo que buscaban, yo me había convertido en un buen polvo que sería divertido mantener el poco tiempo que le quedara en esa ciudad.
En uno de los lados de esa preciosa habitación, que como era de esperar, causó una mal actuada sorpresa en él –al cual en realidad las películas de Hollywood se la traían al pairo- había una enorme cama con una colcha de seda roja que contrastaba con el blanco y negro de los cuadros antiguos que colgaban de las paredes. Poco tardó en arrastrarme hasta ella. Tuve que morderme los labios cuando comenzó a deslizar su mano por mi cintura.

-Tengo una idea Adam –le propuse- qué tal si hacemos más excitante este momento…
-¿Más aún? –contestó.
-Toda esta temática del cine me ha dado una idea… podríamos actuar un poco…
-Soy todo oídos…
-He traído esto… -saqué unas esposas y comencé a desabrocharme el vestido por la espalda - ¿me dejarás que las use contigo?
-Soy todo tuyo nena –me dijo mientras me besaba enérgicamente (lo cual me resultaba repugnante).
Cuando le desvestí y lo esposé al cabecero de la cama retomé la palabra…
-Tengo otra sorpresa para ti – su rostro reflejaba lo que sus calzoncillos me constataban- pero antes déjame decirte una cosa…- se hizo una pausa y… - no me gustan las orquídeas Kevin.
En ese momento cuatro policías entraron por la puerta y la cara de Kevin Hoffman dejó de actuar para reflejar la mirada malvada de ese ladrón de clase alta.

Continuará en http://elcalidorincondelprocrastinante.blogspot.com/

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