martes, 8 de noviembre de 2011

El error de la generalización

A veces se me antoja nadar a contracorriente el hecho de defender una idea tan simple como: “no pienso que todos los hombres o todas las mujeres sean iguales”.
Creo que uno de los mayores errores que tendemos a cometer es el de la generalización y la estereotipia. Vamos, que ni todos son tan capullos ni todas somos tan tontas.
Cuando generalizamos asignamos a las personas una serie de rasgos que se nos antojan comunes a todos y cada uno de los individuos de ese sexo/raza/loquesea, deshumanizando y despersonalizando por completo a la persona en sí.
Pero esta gran mentira que promovemos diariamente viene ya de lejos y se sustenta en toda una cadena de desaciertos entremezclados que no dejamos de reforzar. La madre de la generalización es nuestra patológica e instintiva manía de poner etiquetas a todo, la horrible y espantosa costumbre de simplificar incluso a las personas (¡Qué locura!) al máximo exponente para así ahorrarnos el trabajoso esfuerzo de pensar de más, no vaya a ser que se nos agoten las neuronas.
A veces queremos hacer las cosas y personas tan fáciles, que las dejamos desprovistas de su esencia y se convierten en un bulto más que colocar en algún lado, olvidándonos de que si te excedes atajando, puedes perderte un camino que hubiera merecido la pena andar.

El mejor ejemplo de que cuando generalizamos con ambos sexos nos equivocamos es el concepto que se ha tenido de la mujer a lo largo de la historia. Hasta hace bien poco, -e incluso en la actualidad-, se ha establecido lo que la mujer debería ser, cuál era su rol y cómo debía desempeñarlo. En cada momento de la historia un puñado de hombres sin escrúpulos estipularon cuál era el único modelo de mujer concebible, y cualquier rasgo que se escapara de aquello que ellos ya habían decidido era censurado. Así pues, la única forma posible de ser mujer ya estaba establecida y cualquiera que no encajara en ese patrón era una revolucionaria y debía atenerse a las consecuencias. Entonces, ¿significa eso que todas las mujeres fueran iguales? No. Se sabía cómo tenían que ser pero no cómo realmente eran. Pues unos años después de esas represiones, aquí estamos, en pleno siglo XXI y con unas ideas caducadas que lo único que consiguen es hacer que involucionemos.

Chicas y chicos, ni todos los hombres son estúpidos e insensibles, ni todas las mujeres pensamos únicamente en ropa y novelas, y mientras tengamos metidos en la mente los conceptos que nuestros abuelos nos inculcaron, nos vamos a estar perdiendo todo lo que nos podemos ofrecer los unos a los otros, y creedme, tenemos mucho que aprender de ambos géneros.

Mi humilde consejo es que paremos de hacernos ideas preconcebidas sobre los demás y nos dejemos de encasillar a las personas como si fuéramos artículos de supermercado. Cada persona es un universo y da igual que sea hombre o mujer. Es cierto que hay ciertos patrones comunes, eso es innegable, pero que algo sea común no implica que sea absoluto. Y para aquellos que se respaldan en las conductas que priman en cada sexo para crear un ataque hacia ellos y empezar a categorizar a diestro y siniestro, les recomiendo coger un libro de biología para así, poder comprender muchas de las diferencias que hay entre ambos géneros y su relación con las manifestaciones conductuales de los procesos químicos que se producen a nivel fisiológico. Pero entender eso sería despojarnos de la idea de que los hombres son unos pervertidos y las mujeres unas sensibleras, y ya lo dice el refrán: Árbol que crece torcido jamás su rama endereza.


enlace del artículo en la web del periódico digital "El importuno": http://www.elimportuno.com/component/k2/item/7756-el-error-de-la-generalizaci%C3%B3n

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